“El arte perturbador (…) comparte en sus impulsos las sofisticaciones conceptuales que hacen del arte moderno un movimiento, mientras que, por otro, apunta hacia algo más primitivo. Y ese “algo” no es sino la necesidad de reconectar el arte con esos impulsos oscuros de los que habitualmente se piense que proviene y que, con el transcurso del tiempo, ha terminado por sofocar” 1DANTO, Arthur C. Arte de Perturbación. En “Cartografías del Cuerpo Humano”. Murcia. 2004. Pág. 90
A primera vista grotesca y violenta; cuando nos proponemos abordar una película como Begotten (E. Elias Merhige, Nueva York, 1990), inmediatamente surgen cuestiones inherentes al film mismo, pero más aún, a las categorías que se encuentran operando dentro de él. Por un lado, se inscribe, cinematográficamente, como altamente experimental, sin diálogos, filmada en blanco y negro, a ratos sin escala de grises, y con un sonido ambiente constante y perturbador, que a veces se ve interrumpido por una melodía. Por otro, refiere estéticamente a la problemática de la representación, del estatuto del cuerpo mismo. Instalándose como una experiencia no categorizada, generando una borradura del límite entre el cine y las artes visuales.
De ahí que Begotten, constituye un elemento casi único dentro del espectro cinematográfico; surge de él la necesidad de revisar el estatuto del cuerpo contemporáneo, pero más específicamente, de qué manera acontece éste dentro del quehacer cinematográfico. Instando a generar una lectura reflexiva a partir del acontecer cuerpo, de la posibilidad que el cine le ha dado, de un nuevo aparecer.
Por lo tanto, en ella, se deja entrever una nueva manera de operar fílmicamente, lo que genera un vínculo inexplorado de la forma en que acontece el cuerpo en el cine, y de cómo lo hace en las artes visuales 2Por medio de ésta afirmación no busco negar la posibilidad del cine de instalarse como obra de arte, sino más bien, dar cuenta de que manera puede acontecer el cuerpo en el cine, desvinculado de las lógicas narrativas. Configurándose éste como obra de arte, situando a lo fílmico como soporte. Reinvención del enfoque plástico, de la posibilidad de presentar al cuerpo como soporte de procedimientos que hacen emerger categorías simbólicas y conceptuales no subordinadas al hilo argumentativo. Otorgándole al recurso cinematográfico un cambio de estatuto, pasando de ser éste la obra misma, a ser utilizado como soporte del cuerpo que allí acontece y que funciona a modo de apertura de mundo, de operación conceptual. Donde la estética grotesca y perversa opera desde el cuerpo mismo, y que en el film funciona como obra y mediador en las relaciones ahí presentadas. Se constituye una nueva manera de evidenciar la experiencia. Asistir al visionado de Begotten es dar cuenta de un estadio cinematográfico germinal, un cruce plástico, una presentación performática que permite un tránsito entre mundos, la asistencia al acontecer cuerpo. Se articula una categoría estética en base a la mixtura de géneros y procedimientos, que la instalan en un nuevo horziconte. Es en ella donde se genera una apertura a nuevas posibilidades artísticas, otorgándole al cuerpo un estatuto de representación y una manera de acontecer no vistas con anterioridad dentro del espectro cinematográfico.
II
Hoy, cuando lo pagano y lo ritual ha sido relegados en nombre del progreso humano, han sido las artes aquellas que se han hecho cargo de recordarle al hombre ese estadio primitivo que lo precede. Nos encontramos ante una variedad de obras que hablan sobre un estadio anterior del sujeto, que tensionan sobre aquello que nos es inherente y que no obstante, ha sido dejado de lado. Constituyéndose el sujeto en una era pos-religiosa, habiendo ya sobrellevado los aspectos espirituales y rituales que circunscribían la existencia. Son los artistas contemporáneos los que han sabido retornar a lo ancestral, instalando lo sacro como un tópico y al cuerpo como soporte y condición de posibilidad.
La transgresión del cuerpo, correspondiente a las categorías estéticas del arte perturbador, de lo grotesco, aquellas que instalan al cuerpo como soporte, constituye una empresa propiamente posmoderna, correlativa a la represión anterior de éste. Refieren a un proceso de autoconciencia corpórea, utilizando el dolor como la posibilidad del ser de reencontrarse con (su) cuerpo. Arrancarlo de la representación para instalarlo como la obra misma violentando y, correlativamente estetizando, su aparecer. Lo perturbador por consiguiente, aparecerá en la medida en que los límites del arte y de la vida, en éste caso del cuerpo del hombre, sean traspasados configurando una experiencia real. Presentándose como experiencia única, abriendo la posibilidad del hombre de reinstalar problemáticas conceptuales ya sobrellevadas por la sociedad. Un vuelco a lo primitivo, al animalismo que (res) guarda el sujeto.
En tanto, se constituye un desencuentro con el sujeto cartesiano 3Descartes establece que el cuerpo es un instrumento de conocimiento, un elemento de acceso, desvinculándolo de la posibilidad de constituirse él mismo como objeto de conocimiento. Ahora el cuerpo, al servicio de las nuevas categorías productivas del arte contemporáneo, opera como objeto de sublimación, configurándose como instrumento de apertura de un contexto simbólico que da cuenta del proceso institucional que el sujeto posmoderno ha evidenciado. A través de nuevas maneras plásticas, exploradas por ciertos campos del body art y su variante performática, se construirá en vistas hacia un retorno a lo sagrado, una búsqueda trascendental; dando cuenta de un retorno a los tópicos anteriores, no obstante no desde la representación sino que desde la puesta en obra del procedimiento en sí. El cuerpo ya no es aquello que se debe sobrellevar para acceder a lo sagrado, sino que es el cuerpo mismo el que permitirá éste acceso. La búsqueda sacra ya no se inscribe dentro de la religión en sí, sino que a través de los ritos que ésta tuvo que abandonar para coexistir con la modernidad.
III
Dios muere, se mutila y desmiembra para dar paso y vida a Mother Earth, que emerge desde sus entrañas bajo la forma de una madona terrenal. Recorre y observa, descubre aquello que la rodea. Masturba a dios, y el semen que fluye como un continuum se aloja en su vientre, donde ahora reside el hijo de la creación. De la muerte de dios se libera y se crea la mujer, la naturaleza; de los órganos sexuales emerge la vida, el hijo; del sacrificio se abre lugar a lo natural, orgánico, aquello cuyas fuerzas operarán como y en el mundo. A partir del semen se inicia un proceso de vida que culmina con el nacimiento de Son of Earth-Flesh of Bone, quien luego del parto es abandonado para deambular por la tierra, su sitio por excelencia, lugar donde es encontrado por un grupo de nómadas que lo arrastrarán, agonizante, durante días. Sólo encuentra la calma cuando se reúne con su madre, con quien más tarde, será brindado como ofrenda de sacrificio. Mother Earth será conducida por las montañas, donde morirá golpeada por los nómadas, quienes recogerán su cuerpo y lo atesorarán; dejando a Son of Earth morir, agonizante y sufriente, ante sus restos.
De manera que, se inicia un viaje de violencia y sacrificio, un cambio de estado, un cruce, que se constituye de manera paralela. Ambos son arrastrados por la naturaleza, su carne es herida, sus sexos golpeados con largos bastones hasta que, finalmente, mueren. Paralelamente acontece un cruce, un traspaso de lo terrenal, profano a lo sagrado: aquella trascendencia que sólo la violación del interdicto de muerte 4 Ver: Bataille, Georges. “El Erotismo”. Tusquets Editores. Barcelona. 2005
puede hacer emerger. Corresponde, el viaje, a una alteración de la naturaleza que opera desde una mutilación de los cuerpos. Estos, agonizantes y sufrientes, dan paso a un nuevo estado para aquellos que asisten al sacrificio. Un retorno a lo primitivo, donde lo ritual funciona a modo de sublimación, de apertura, permitiendo un acceso momentáneo a lo trascendental, un atisbo de aquello sagrado que se le escapa al sujeto.
A través de la transgresión del cuerpo, éste se transforma en un médium para dar paso a la trascendencia. El sometimiento del cuerpo a las constantes violaciones y mutilaciones, tanto de Mother Earth como de Son of Earth, nos instala ante un procedimiento necesario, ante el cual los nómadas accederán en un estado de frenesí. “El individuo, con todos sus límites y medidas, se sumergió aquí en el olvido de sí, propio de los estados dionisíacos (…) la delicia nacida de los dolores hablaron cerca de sí desde el corazón de la naturaleza…” 5NIETZSCHE, FRIEDRICH. “El nacimiento de la Tragedia”. Madrid. 1988. Pág. 59. La muerte, así, revela lo sagrado que se oculta en el ser, que se constituye en el tener cuerpo 6Ver: Ramírez, Juan Antonio. “Corpus Solus: Para un mapa del cuerpo en el arte contemporáneo”. Ediciones Siruela. Madrid. 2003 y se crea conciencia de éste por medio del dolor.
IV
Un nuevo estadio para el estatuto del cuerpo filmado (representado). Que ya no acontece como narración, subordinado a las formas argumentales 7Ricardo Parodi afirmara como el cine de imagen-acción ha utilizado el cuerpo por medio de “poses”, determinando su función como la del hilo conductor de determinadas situaciones
Es el cuerpo en sí mismo el que acontece aquí. El cuerpo como objeto del procedimiento narrativo y violento. La materialidad del cuerpo aparece y da paso a un nuevo estado contextual. Lo sagrado emerge de él, configurando un nuevo estatuto del cuerpo filmado, transformando así, el soporte en procedimiento, el cuerpo cinematográfico en cuerpo puramente visual y el cual acontece como apertura simbólica.
Desvinculación del cuerpo cinematográfico ideal, organizado, para dar paso a un nuevo espacio de desenvolvimiento corpóreo. Es la destrucción del cuerpo estático, su mutilación, aquella que trae consigo la posibilidad de re-instalar al cuerpo como parte del lenguaje cinematográfico, como el lenguaje en sí. Ahora, el cuerpo debe ser revisado como un objeto maleable, posible de transgredir y someter a diferentes procedimientos.
V
El artista visual Josep Carles Laínez afirma sobre sus performances “son, en un cierto sentido, rituales, es decir, actos pensados como una puerta desde donde volver a instaurar los aspectos sacros del ser humano; también una llamada a lo no conocido.” Bajo ésta afirmación, se deja entrever la posibilidad del body art y las acciones de arte de llevar a cabo un acontecimiento que funciona de manera simbólica y conceptual, configurando un umbral que trae consigo el acceso trascendental. Tensiona los espacios del arte y la vida, instalándolos dentro de un nuevo espectro: lo sagrado y lo profano, configurando al arte como condición de posibilidad, y otorgándole a la performance la posibilidad de extrapolar conceptos a acciones y no únicamente a la representación, constituyéndose como una nueva forma del quehacer artístico, una nueva manera de operar del cuerpo.
Por medio de la performance, el ser constituido en el tener cuerpo, accede a una experiencia no transferible, correspondiente a un acontecimiento único, donde el cuerpo es sometido a un procedimiento que abre el portal, la capacidad de acceder a lo sacro. Es el cuerpo sufriente, aquel que experimenta dolor en el proceso ritual, que ha sufrido el viaje de un estado a otro de manera física.
Es por lo tanto, un nuevo estatuto del cuerpo contemporáneo que se configura a través de su destrucción. Las acciones de arte permiten un instante epifánico, donde los asistentes entran en comunión con los sujetos “sacrificiales”, que re-configuraban la relación entre la obra de arte, en éste caso, el cuerpo-arte, con aquellos que asistían a su contemplación.
VI
De la misma manera que la puesta en obra del cuerpo (performances), el film de Merhige, corresponde a la ruptura de un orden para dar paso a uno nuevo. Es la destrucción del cuerpo, la puesta en obra de las búsquedas posmodernas de reinstalar al cuerpo como soporte operacional. Mediante la violación de éste, el sujeto busca dar con él, permitir una autoconciencia de sus posibilidades, provocar una escisión de mundo que reestructura las relaciones estéticas operantes. La transgresión de los cuerpos sagrados, como lo son el de Mother Earth y Son of Earth, permite hacer aparecer un acontecer único dentro de las lógicas terrenales. Aflora, además, un carácter cíclico: dios se mata a sí mismo para dar vida a la naturaleza, y ella sus frutos, a su vez mueren, para otorgar la posibilidad de trascender. Luego, ambos caminan por el bosque. Nunca se resisten al sacrificio mismo, se entregan a las violaciones, sufrientes, sin embargo conscientes de la apertura que éste proceso permite. Lo ofrendado por los nómadas mediante la mutilación y la transgresión de los cuerpos, da cuenta de un intento por sublimar e inducir un momento, donde el portal hacia lo trascendente emerge y permite entrar en el frenesí ritual, un cruce temporal hacia lo sagrado. De igual modo, las acciones de arte que proceden de manera transgresiva sobre el cuerpo, pretenden expandir el campo vivencial, evidenciando la existencia de un ámbito sagrado que se le escapa al sujeto en estado cotidiano 8Tomaremos por cotidiano lo establecido por Cruz-Sánchez y Hernández-Navarro en la presentación del libro Cartografías del Cuerpo. Lo que según sus palabras, sería: “…lo que hace del cuerpo una entidad dormida, plegada a los dictados de un discurso homogeneizador que lo instrumentaliza (…) sin más intención que la de servir de cauce para la expansión del sistema de valores dominantes”, retornando a los aspectos extirpados por la modernidad. Éstas, se estructuran como posibilidad de retorno, un avistamiento a lo primitivo que habita en el ser.
Asimismo, el viaje en el que Mother Earth y Son of Earth se entregan al sacrificio, conscientes de la posibilidad de apertura que crean para los otros, en éste caso, los nómadas; los artistas performáticos se entregan como objetos corpóreos, soportes de apertura, a sus acciones y procedimientos, siempre en un contexto donde los asistentes a la acción misma se configuran como parte fundamental. Ambos, suponen una nueva importancia al rol del sujeto asistente, teniendo estos un rol participativo y gatillante de los procedimientos mismos, permitiendo al cuerpo soporte, acontecer a la apertura a través de su transgresión.
Por lo tanto, el sacrificio de los cuerpos, la transgresión del interdicto de muerte, que da paso a la continuidad del ser, es decir, a una unión donde lo profano y lo sagrado se aúnan para configurar un sujeto capaz de contener en sí la complitud de mundo, corresponde a un nuevo horizonte, la nueva materia que adquiere el cuerpo procesual, en las artes visuales.
VII
Las performances de carácter ritual, tanto como Begotten, deben ser leídas como acontecimientos corpóreos, el aparecer de los cuerpos como obra en sí misma. Se crea, a través de ellas, un nuevo campo de acción para las artes visuales, una nueva manera de operar del cuerpo. La puesta en obra de un cuerpo consciente de su acontecer y de los aspectos conceptuales y simbólicos a los que éste puede referir, corresponden a las nuevas búsquedas del arte contemporáneo, empresa inaugurada con la posmodernidad y su intención de desvincularse de las represiones modernas. El desacomodo y la puesta en tensión de la cotidianeidad del cuerpo, es en sí el carácter estético del arte del último siglo, encontrándonos con una amplia producción artística que refiere a ésta problemática. No obstante, será el body arte y, específicamente, en su variante performática, aquella que reflexionara de manera detenida sobre las posibilidades operativas del cuerpo y de qué manera su destrucción permitirá su correlativa aparición.
Asimismo, la desarticulación del acontecer del cuerpo en el cine como soporte argumental, estático, abre un amplio espectro de posibilidades para la producción fílmica, muchas veces inexplorada. La utilización del cuerpo en Begotten como una construcción circular que aúna la puesta en procedimiento del cuerpo con su consecutivo acontecer. Incorporando además, las lógicas rituales y la problemática de la vuelta a la sacralidad del sujeto pos-religioso, hacen de éste film un elemento de articulación, un nexo con las búsquedas que instala la performance. Presentándose, de cierta manera, como una performance cinematográfica, única en su estilo.
Finalmente, es importante que un film de estas características invite a reflexionar sobre el estatuto del cuerpo en las producciones visuales, abriendo un campo de creación estética tanto como conceptual, un desbordamiento de las categorías productivas. Si bien, no cerrándose en sí misma como una obra tipo, sino que creando un cruce entre las nuevas formas artísticas, instando a derrocar los límites que las separan, y a generar un pensamiento crítico y reflexivo en torno a estas mismas. Es necesario desvincular al cuerpo de las ataduras argumentales que lo sostienen en el cine, otorgándole un nuevo escenario para su puesta en obra-cuerpo, una posibilidad de generar un rendimiento. El sometimiento del cuerpo a procedimientos estéticos y simbólicos, debe abrir mundo, crear sus propias categorías e instalarse como una nueva manera del quehacer artístico contemporáneo, la próxima frontera, articulada, del cine y las artes.
Lathrop, A. (2010). Begotten, laFuga, 11. [Fecha de consulta: 2024-11-12] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/begotten/417