La producción cinematográfica en Chile durante dictadura es un periodo de múltiples interrogantes y vacíos. Los motivos son evidentes; la persecución política, la falta de libertad creativa mediante comités de constitucionales de censura, la inseguridad, entre otros factores, hicieron de este periodo, uno de los más escuetos de nuestra industrial. Sin embargo, existe un corpus de obras que lograron producir y estrenarse en Chile, pese a todo pronóstico. Películas que no sólo guardan relación entre ellas por el marco temporal y territorial que comparten, sino también por el énfasis en un elemento que, a partir de la década de los ochenta, pasará de ser escenario a principal testigo de las transformaciones socio espaciales del país: la ciudad.
Cine chileno en el Santiago del apagón cultural (1980-1989) de Claudio Lagos Olivero (2019) propone un análisis posible para siete películas locales estrenadas en la década de los ochentas, donde la ciudad y el espacio público parecieran tener rendimientos específicos: Los deseos concebidos (Cristián Sánchez, 1982); Cómo aman los chilenos (Alejo Álvarez, 1984); Hechos consumados (Luis Vera, 1986); Nemesio (Cristian Lorca, 1986); Imagen latente, de Pablo Perelman; Hijos de la Guerra Fría y Sussi (Gonzalo Justiniano, 1985; 1988).
El libro está compuesto de dos grandes secciones. En la primera, el autor entrega tres elementos que sirven, a modo de marco teórico, para articular el objeto investigación y cómo es que estos elementos se entrelazan; (1) las transformaciones sociales y urbanas de la región metropolitana durante los ochentas, (2) el clima de censura cinematográfica imperante y (3) la escasa producción audiovisual de la época, listado desde el cual se desprenden las películas seleccionadas para el análisis: aquellas que cuentan con escenas filmadas en exteriores. En la segunda parte, el autor construye un relato cronológico abordando cada película en capítulos individuales y en el orden en que fueron estrenadas, contraponiendo hechos sociales y políticos con las figuras que emergen de las escenas analizadas. Su interés es identificar la transformación cultural de la sociedad chilena (metropolitana) durante dictadura, pero desde su materialización urbana -un enfoque poco estudiado aún en nuestro país-. Es por esto que sólo ha seleccionado películas donde el espacio público se vea representado y a partir de este concepto, se intenta dar cuenta del cambio que experimenta la ciudad de Santiago, tanto en su expansión como en su segregación; dos elementos que van de la mano en la consolidación de una “ciudad neoliberal” (Rodríguez & Rodríguez, 2009). Atravesando imágenes de fotogramas con figuras simbólicas que describen la ciudad, va definiendo ideas, escenarios y personajes que perfilan una dualidad recurrente en la descripción de Santiago desde incluso antes de dictadura. Tal como decretara Benjamín Vicuña Mackenna en 1872 1Véase: Benjamín Vicuña Mackenna, La transformación de Santiago. Imprenta de la Librería del Mercurio, de Oreste L. Tornero. Santiago, 1872, existe una ciudad propia, decente, segura, limpia y una ciudad impropia, desconocida, peligrosa e incierta.
En los estudios urbanos, aspectos como la marginalidad, la informalidad en la vivienda, la segregación, la higienización o la gentrificación, son temáticas que la ciudad de Santiago ha enfrentado desde fines del siglo XIX y que presentan auges en diversos momentos. Es decir, no surgen absolutamente en dictadura, sino más bien de la planificación de la ciudad como tal, quizás, desde sus inicios. Sin embargo, dichas condiciones sí se vieron acrecentadas durante y a raíz de políticas instauradas por el régimen de Pinochet, no sólo desde el cambio en la administración del suelo y los límites urbanos, sino también mediante la violencia con la cual esos cambios fueron implementados. Si bien las películas abordadas no reflejan tácitamente el clima de represión e inestabilidad de la época -y en esto la censura y la persecución tienen todo que decir-, sí comparten atmósferas de incertidumbre que se van desplegando en un enrarecido tránsito por la ciudad. Lo que advierte Lorca, es que en efecto el solo hecho de filmar en el espacio público constituye de por sí una aventura, aún cuando los minutos dedicados a aquello sean los menos, y que requieren miradas exhaustivas debido a lo escaso de su especie. La vivienda informal en Hechos Consumados, oficinistas que inundan -por trabajo o cesantía- el centro de Santiago en Hijos de la Guerra Fría o Nemesio, los contrastes centro-periferia de Imagen Latente, o la ciudad promisoria de Cómo Aman los Chilenos y Sussi, son fragmentos de un proceso social y urbano que no pudo ser abordado hasta una vez terminada la dictadura, que incluso fueron acrecentados por los gobiernos posteriores y que hoy en día nos pesan como uno de los aspectos más visibles de la desigualdad social. La ciudad, la vivienda, los trayectos, fueron algunas de las ganancias más importantes para el libre mercado y sus captadores, configurando una ciudad propia digna de la clase vencedora. Esa que domina los relatos de las teleseries de transición, rebosantes de condominios cerrados y autopistas, sin distancias ni vagabundeos, con antagonistas que viven en los bordes y que no tienen voz ni lugar en la ciudad.
Dos asuntos quedan pendientes a partir de la lectura de este material y que no podemos dejar pasar. Y es que resulta difícil no esperar del libro, que el concepto de apagón cultural sea interpelado de manera más central, más allá de la censura y la imposibilidad de producir. Más aún para una industria que suele ser medida en base a números y su impacto en los medios ¿Qué lugar ocupa la resistencia, la clandestinidad y la negación en la producción cultural de la época? ¿Es solo el estreno lo que da valor a ese heroísmo que el autor destaca entre quienes lograron filmar películas durante esos años? Pareciera ser que el concepto ayudase a identificar un periodo en la historia, más que a abrir cuestionamientos sobre cómo esas nominaciones adquieren sentido y validez en la historia. Por otro lado, aún cuando la construcción de los capítulos hace de la lectura un ejercicio veloz y fluido, el abordaje de cada película por separado hace prisionero al texto de reiteraciones, que bien podrían haber sido ejes transversales o conclusiones más extendidas. Ideas como el ocio o el flaneur, que son abordados en distintos momentos de los capítulos, son cruciales para completar el argumento central del libro, sin embargo su potencia se diluye en su repetición.
Cine chileno en el Santiago del apagón cultural (1980-1989), es una propuesta de trabajo interdisciplinar interesante, que sirve como punto de partida para nuevas investigaciones, tanto en los estudios urbanos como para el cine chileno. Allí donde la ciudad no sólo es lugar de paso o contenedora de easter eggs 2Me refiero al recurso de encontrar mensajes ocultos en rayados, letreros o elementos urbanos de la cultura material. Un recurso que se ha vuelto norma para las grandes producciones, las sagas o las series y que de cierta forma han moldeado nuestra forma de consumo visual, pero que genera divisiones claras entre el artificio y el acontecimiento, sino que posee narrativas, historias y potencialidades propias. Y es que algunas de las categorías trabajadas no solo ayudan a dar cuenta de crecimiento exponencial de la ciudad de Santiago y la condición de marginalidad que asumen los nuevos límites territoriales, sino que también son ejes que permiten hacer de la emancipación una ficción necesaria.
Referencias:
Rodríguez, A; Rodríguez, P. eds (2009). Santiago una ciudad neoliberal. Quito: Organización Latinoamericana y del Caribe de Centros Histórico (OLACCHI).
Banda, C. (2020). Cine chileno en el Santiago del apagón cultural (1980-1989), laFuga, 23. [Fecha de consulta: 2024-10-09] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/cine-chileno-en-el-santiago-del-apagon-cultural-1980-1989/979