La investigación de Valentina Lillo Poblete, resultado de una tesis de magister en estudios de cine, aborda un sinnúmero de tópicos relevantes para los estudios feministas, la crítica y los estudios de cine. El marco –uno de los marcos–, señala la autora, es la temporalidad de la postdictadura, ese tiempo largo, a veces definido como una flecha, y otras como una disrupción que, al menos, para este trabajo, pareciera ser solo la enunciación de aquello que viene luego de la dictadura de Pinochet y su particular tiempo de censura. Hago esta precisión porque no son pocos los intentos desde la historia, la posthistoria, la estética, la crítica cultural y las ciencias sociales, de acotar y disputar el sentido de esta palabra, apuntando al prefijo “post” como el desplazamiento temporal, pero sobre todo epistémico, como plantea Nelly Richard, de una determinada concepción del tiempo y los imaginarios estético-políticos.
El libro en sus primeras líneas devela sus intenciones: busca dar a conocer desde una perspectiva interseccional a la mujer sexodisidente, acogiendo un no pequeño problema para las artes en general: la representación. Para ello, la autora construye un corpus de análisis robusto, veinte películas que retratan de uno u otro modo a la mujer sexo-disidente en lo que sugiere no es un trabajo acabado o cerrado, sino que una muestra que hace las veces de archivo. Este archivo tiene una particularidad, además, junto con ser observado desde un ojo activista, comprometido con su objeto, escudriña en los estereotipos que parecen ser el modo de mirar y representar a la mujer sexo-disidente en el cine.
Antes de adentrarse en los filmes, la autora expone un marco teórico que cruza los estudios de cine, particularmente la teoría norteamericana sobre el queer cinema, los lesbian studies o la teoría queer, tanto para brindar un espacio interpretativo, como para marcar la falta de estudios locales y situados que den mayores elementos a su investigación. Uno de los principales problemas, señala Lillo Poblete, se halla en el hecho de que la mirada en torno a la sexo-disidencia ha estado puesta en las identidades masculinas y no en las femeninas. Las artes visuales, la literatura, la fotografía y la performance no quedan fuera del marco de la autora, son mencionados, por cierto, los trabajos de Paz Errázuriz y Las Yeguas del Apocalipsis como antecedentes propios del periodo de la dictadura, a lo que vendrá después de modo tímido –y de a poco más decidido–, en las décadas del ‘90 en adelante en el campo de la disidencia.
Me parece importante resaltar el concepto de disidencia, pues creo que allí se anuda una de las cuestiones más interesantes del estudio y a la vez una de las más más problemáticas. En palabras de val flores:
El término disidencia sexual alude a pensar la diferencia sexual no en términos de identidades naturalizadas sino como una forma de disenso, entendido no simplemente como habla, sino como una constelación de prácticas, expresiones y creencias no conformistas. Al nombrarnos disidentes sexuales se destaca a existencia de una norma de la cual nos desplazamos o alejamos. Desde una política liberal, los conceptos puestos en juego en el escenario político como diversidad sexual o minorías sexuales ocultan que las identidades sexuales y de género son los efectos de una norma que establece los modos adecuados y legítimos de vivir los cuerpos, los placeres y afectos. Tanto diversidad como minorías (que habitualmente no es una referencia deleuziana y a su índice revolucionario) suelen despolitizar los procesos de normalización de los cuerpos que se efectúan a través de las tecnologías del género 1 val flores. Tropismos de la disidencia, Santiago de Chile, Palinodia, p. 16. .
Valentina Lillo Poblete tiene muy presente el problema que se presenta con las identidades fijas y los estereotipos, es de hecho el lugar desde el cual inicia su planteo y la necesidad de llevar adelante este trabajo; pero a la vez configura en el mismo título una suerte de oxímoron, que se articula en la noción “disidencia femenina”. Digo “una suerte de oxímoron” porque acá se anuda una paradoja. Distanciarse de las identidades es también poner cierta tensión sobre las nociones, conceptos y significantes que las sustentan. Entonces, ¿qué hacer con el signo “mujer” y “lo femenino” junto a la palabra disidencia? Pienso esto en dos dimensiones: la necesaria apuesta por visibilizar los imaginarios propios de la disidencia “femenina” o lésbica, pansexual, tortillera, camiona, trans, y la duda que rápidamente me asalta a la hora de hacer un corte recto entre aquellos filmes que retratan, por ejemplo, a personajes travestis o trans femeninos. ¿Acá no hay disidencia femenina? ¿No hay una pequeña naturalización, entonces, en la decisión de “muestreo” del estudio? Por cierto, un trabajo no puede abarcar todo. Así se declara este libro, y se hace cargo de la invisibilización dentro de la propia comunidad LGTBIQ+ de las “disidencias femeninas” sin, a mi parecer, dar completamente con una caracterización que sea de total justicia con la palabra disidencia. Es posible que dicho empeño sea imposible, pero quiero volver a las palabras de val flores, cuando ponemos a jugar y a discutir los conceptos contra el escenario liberal de domesticación, lo que intentamos es, precisamente, poner atención a los modos de marginalización que las categorías de “minoría”, “diversidad” o “identidad” presentan, y es por esta razón que es particularmente importante no perder de vista su puesta en tensión. Quizás uno de los principales aportes del prefijo “post” al tiempo largo que ha acompañado al periodo inmediatamente posterior a la dictadura es el desplazamiento epistémico de los conceptos, la toma de distancia, el uso de las comillas y de las cursivas a modo de no confundirse o marcar una diferencia en el grafo, en la letra.
De otro lado, no deja de ser cierto, como señala la autora, y como mencioné más arriba, que hay una disparidad en el impacto del personaje “femenino disidente” y “masculino disidente”, y allí comparto la tesis de Lillo Poblete, quien insinúa una domesticación de la mirada en función del espectador. Hay un placer visual hegemónico, siguiendo a Laura Mulvey, que continúa mostrando los cuerpos feminizados a modo de consumo deseable para la mirada masculina. Y eso es un acierto de este libro. Allí aparece de lleno el problema de la representación si de volver a una discusión tan compleja se trata. O, también, podríamos ensayar el ejercicio de fijar la mirada en las torsiones que el texto fílmico permite a la hora de hablar de subjetividades, identidades y disidencias. La autora pone su atención principalmente en los estereotipos, de hecho enuncia una serie de patrones que parecen ser determinantes en el archivo fílmico que analiza, a saber: el descubrimiento de la sexualidad y la maternidad: la mala madre y familias lesboparentales, la vulnerabilidad socioeconómica y geográfica, la promiscuidad sexual, las relaciones disfuncionales y la sobredramatización, u otras estrategias de invisibilización: la pornografía y la perversión.
La fundamentación y lectura que Valentina Lillo Poblete realiza de las películas justifican la selección de estereotipos que señala. Pareciera que los filmes escogidos y observados no brindan la posibilidad de articular la potencia de la palabra disidencia, pues tienden a caer presos de la estereotipia hegemónica: la mirada heterocis-masculina que demanda cierto modo de representación del cuerpo femenino aun cuando este manifieste en su deseo, orientación sexual o prácticas, un germen disidente. Esto claramente articula un problema para la autora y para el campo cinematográfico en general, pues supone un modo plano de evocar a estas subjetividades en momentos en los que la ausencia de censura debiera permitir un poco más. O al menos eso parece sugerir la separación que la autora propone cuando habla de los filmes de la postdictadura.
Un ejercicio como el que ensaya Valentina Lillo Poblete siempre comporta una complejidad. No es posible llevar a cabo un gesto afirmativo, en este caso, visibilizar los cuerpos “femenino disidentes” sin negar de otro modo el gesto disidente. Lo importante, creo, es que la “potencia feminista”, como la llama Verónica Gago, puede distanciarse de la voluntad de encapsular sus gestos en un solo movimiento y, al mismo tiempo que niega, puede afirmar. En el fondo, de esto se trata el gesto activista de la autora, develar una ausencia que ella misma llama “presente”, a través de relecturas, de torcer los esterotipos y, sobre todo, creo, de abrir la posibilidad con este libro y otros que puedan sumarse, a desviar la mirada hegemónica, ya sea desde los y las realizadoras, como desde el público y la crítica. Descolonizar la mirada y el inconsciente, como plantea Suely Rolnik (2019), asume que es posible asistir a la invitación de un texto fílmico de un modo que ya asuma la problemática interseccional, la disidencia, la vulnerabilidad, sin con eso forzar la sobreinterpretación o armar un aparato cerrado de ideologías, sino que mas bien, y sobre todo para el caso, volver a una pregunta que ya arrojaba Bill Nichols (1997) a propósito de la pretensión de realismo y de querer asir por completo el “ser” de las comunidades retratadas. Una ética o, en sus palabras, una axiografía, puede ser también un modo de mirar en estos campos con lindes y deslindes frágiles, vulnerables, pero a la vez llenos de potencia crítica, de transformación de mundo, de dislocación de la mirada.
Bibliografía
flores, val (2016). Tropismos de la disidencia. Santiago de Chile, Palinodia.
Lillo Poblete, Valentina (2021). Disidencia sexual femenina en el cine chileno posdictadura: marginalización y estereotipo. Santiago de Chile, Palabra editorial.
Nichols, Bill (1997). La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental. Buenos Aires, Paidós
Rolnik, Suely (2019). Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente.Buenos Aires, Tinta Limón
Glavic, K. (2022). Disidencia sexual femenina en el cine chileno posdictadura:, laFuga, 26. [Fecha de consulta: 2024-10-09] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/disidencia-sexual-femenina-en-el-cine-chileno-posdictadura/1079