José Luis es un observador innato. Su personalidad tímida y tranquila ayuda a explicar en cierta manera el dispositivo fílmico que sus dos documentales desarrollan, un estado de quietud que abarca desde el espacio filmado hasta la visualidad y la narración, pasando por el trabajo sonoro y el tipo de ritmo que le inyecta a sus obras. Todo un conjunto de elementos que son controlados íntegramente por él ya que tanto en Ningún lugar en ninguna parte (2004) como en El tiempo que se queda (2007) Torres Leiva desempeña el rol de dirección, producción, cámara y sonido, para luego montar él mismo todo el material capturado.
José Luis Torres Leiva: Me acomoda trabajar solo, generalmente me tomo un tiempo largo para los documentales (un año el primero y diez meses el segundo) y por ende prefiero hacerlo solo. Además esa era la idea más o menos, llegaba con la cámara y me instalaba en distintos lugares. Y con respecto al montaje, a mí me gusta mucho editar, además que en mi caso es un proceso paralelo al rodaje.
Roberto Doveris: ¿Qué te lleva a decidir dónde ir a grabar? ¿Tienes alguna relación con Valparaíso o con el hospital de tu segundo documental? ¿O con el sur en el caso del largometraje que acabas de filmar?
J.L.T.L.: No, yo soy de Santiago. Lo que ocurre es que me llaman mucho la atención los lugares que no tienen relación conmigo, como el barrio ‘la matriz’ en Valparaíso o el Instituto psiquiátrico. Me cuesta harto plantearme ambientar algo en la ciudad, no sé por qué. por ejemplo en Ningún lugar en ninguna parte siempre me habían parecido atractivos los mundos que conviven en ese barrio; mi idea era solamente ir a observar eso, no ir más allá. En el caso de El tiempo que se queda fue un proceso bien largo conseguir el permiso para grabar. Dentro del hospital estaban aburridos de que siempre mostraran el lugar de manera morbosa y oscura. Por lo mismo yo presenté un proyecto más luminoso que efectivamente era lo que a me interesaba mostrar en el documental. era importante para mí no sentir que estaba invadiendo, siempre fui muy respetuoso.
La distancia con la cual trabaja Torres Leiva no sólo responde a una cuestión de gustos y de carácter, sino que corresponde a un férreo punto de vista respecto al cine y a sus alcances. Esta manera de entender el dispositivo fílmico se palpa en sus documentales y en las decisiones que toma él en cuanto a qué mostrar, cómo hacerlo, a qué distancia, en qué momento capturarlo, durante cuánto tiempo, cómo insertarlo en una progresión narrativa dentro del montaje, etc.; decisiones que a su vez se traducen en un ritmo muy personal que intenta hacer coincidir el momento de observación del realizador con el visionado de la pelìcula, hacer coincidir su tiempo y su distancia con la mirada del espectador cuyos niveles de sensibilidad para con lo visual están atrofiados por el enorme torrente de imágenes que circulan a nuestro alrededor y que dificultan el ejercicio de la contemplación. Estamos en un momento de la historia de la cultura en donde parece ser más importante “tener” la imagen y archivarla más que experimentarla. Es como si necesitásemos que nos abran los ojos de nuevo, que otro sujeto llegue y nos obligue a observar con más atención, suspendernos del tiempo y hacernos experimentar las imágenes en su dualidad, reconocer por un lado lo que muestra y luego tomar conciencia de su materialidad, de sus texturas. José Luis es ese extraño sujeto que insiste en detener la circulación en pos de una observación detenida, de un momento de contemplación ajeno a las exigencias del medio y del mercado, como si se tratase de un Mesías de la cultura visual contemporánea. Es gracioso que una de sus películas favoritas sea la increíble cinta de Carl Dreyer Ordet (1955), porque no sólo queda delineada con mayor claridad su manera de entender el cine sino que también nos permite pensar en José Luis Torres Leiva como en un personaje de Dreyer que ve más allá, no por una cualidad divina como en las pelìculas del danés, sino por su forma de ser, pausado y observante desde un lugar retirado. Su ejercicio es el mismo que afrontan los protagonistas de Dreyer, la pregunta por el cómo hacer experimentar a los demás aquello que aparentemente sólo corresponde a un sentir individual, es la fe de Juana de Arco que muere quemada en la hoguera porque le exigen demostrar algo imposible de revelar y es lo que Johannes intenta hacerle ver a su familia en Ordet. En el fondo es la esencia de la imagen: volver visible lo invisible (para los otros).
Sumados a Dreyer aparecen nombres como Robert Bresson, Jean Renoir, Eric Rohmer y los hermanos Lumière, cuyos trabajos han repercutido fuertemente en él.
J.L.T.L.: Me interesa la imposibilidad de poner la cámara y dejar que las cosas sucedan, ya hay un montón de lecturas si tú haces eso. Está fuertemente ligado con el problema del artificio del cine.
De esta manera en Obreras saliendo de una fábrica (2006), cortometraje incluido en Snob (VV.AA., 2007), José Luis lleva a la ficción sus inquietudes de manera que nuevamente la contemplación adquiere preponderancia.
J.L.T.L.: En este corto lo que me interesaba era trabajar de una manera simple y narrar la historia de estas obreras que organizan un paseo a la playa y que tienen un breve momento de felicidad; que no fuese un corto del orden psicológico o social.
Sin embargo esas consideraciones están ahí. Sus temáticas de una u otra manera insertan esa dimensión aún cuando él esté trabajando a otro nivel. El tema de la complejidad social, de los conflictos socioeconómicos, de la alienación del cuerpo o incluso de la amistad, ingresan en el corto tangencialmente. Es como si estuviesen latentes…
J.L.T.L.: Es que es inevitable que hayan lecturas políticas o sociales si uno pone una cámara y graba algo. Si escojo algunas temáticas yo creo que es porque el interés está, aunque me enfoqué en la observación, me gusta más observar a mí.
R.D.: ¿Cómo experimentaste el paso entre documental y ficción? ¿Fue un cambio fuerte el pasar a formar parte de un equipo numeroso?
J.L.T.L.: Yo pensé que me iba a costar mucho, fueron casi 50 personas y me chocó mucho al principio, pero la experiencia fue súper agradable, todos fueron muy generosos y amables con el proyecto, hubo una entrega hacia la película que me pareció súper bonita.
R.D.: ¿Cómo fue la escritura del guión del largometraje?
J.L.T.L.: Este proyecto lleva cinco años trabajándose más o menos, desde la escritura del guión y la preproducción. En el sentido de la historia creo que es bien simple, se trata de cuatro personajes que viven en el sur; no sé si sea lo más importante dentro de la película el tema de la historia. Mi ficción mantiene el mismo principio que todos mis trabajos, me interesa ser coherente con eso. Está ambientado en el sur porque el paisaje tiene un gran protagonismo en la historia, al igual que el sonido; de hecho siempre he tenido un rollo con el sonido en el cine; por ejemplo, en los documentales trabajé la música durante y después del rodaje. Más que ambiental, la música debe ser parte de lo que se está mostrando. En el caso de esta película no habrá música. Se habla muy poco y los sonidos de alguna manera tienen un protagonismo importante, tanto como los personajes. por un asunto de conceptos en general prefiero no utilizar música, pero sí me enfoco mucho en la banda de sonido. En Obreras saliendo de una fábrica el 90% del sonido fue hecho en postproducción, me llama la atención cuando se utiliza el sonido de manera más narrativa, eso es lo que busco.
R.D.: ¿Cómo fue el rodaje del film con respecto a los actores y al equipo técnico?
J.L.T.L.: A mí me da mucho pudor dirigir a los actores, pero siempre han sido muy generosos, además más que construir una psicología de los personajes a mí me interesan otras cosas. En este caso trabajé con actores que no habían hecho cine así que estábamos aprendiendo todos. Por otro lado filmé en 35 mm, lo cual me había impresionado mucho al comienzo. Por ende todas las tomas debían ser filmadas una sola vez por cuestión de presupuesto, y como cada escena se resolvía en un sólo plano teníamos que ensayar harto antes de filmar.
R.D.: ¿Cómo crees que va a recibir tu película el público?
J.L.T.L.: No me lo he preguntado mucho, pero mantengo el mismo principio que en todos los trabajos. Lo que me interesa en verdad, se trate de ficción o no, es que si muestras un lugar por diez segundos el espectador reconoce el lugar, pero si la duración asciende a un minuto, por ejemplo, vas descubriendo otras cosas de ese lugar, van apareciendo sensaciones, colores, en el fondo aparece otra lectura de ese plano. Eso es lo que me interesa provocar, aún cuando no sé si tenga una intención tan premeditada, de hecho lo bello del cine es que nunca puedes saber lo que le va a pasar a cada espectador. No es mi intención inicial poner en tensión mi trabajo con un ritmo más acelerado ligado al espectáculo, no creo que haya nada de malo en un montaje más sintético si lo que se está proponiendo tiene algún grado de interés. Yo espero que frente a mi trabajo el espectador sea su propio guía, que vaya descubriendo él mismo la película. En ese sentido busco un espectador activo.
R.D.: Y tú, como espectador, ¿qué trabajos más actuales te llaman la atención?
J.L.T.L.: Me gusta mucho Aquí se construye (2000) de Ignacio Agüero, es para mí uno de los documentales más hermosos que se han hecho en Chile. De realizadores más jóvenes me gusta Tierra de agua (2004) de Carlos Klein y Arcana (2006) de Cristóbal Vicente. Por otro lado está el trabajo del portugués Pedro Costa y del tailandés Apichatpong Weerasethakul.
R.D.: Mencionaste sólo documentales en el ámbito nacional. ¿Por qué?
J.L.T.L.: Es que… (piensa largamente). El documental es un formato que permite mucha libertades, eso es lo que me atrae. para mí puede ser tan simple como tomar una cámara e instalarse, lo que me gusta es que es siempre un ejercicio de aprendizaje. Me gusta ver el cine como un oficio, como algo artesanal, que no te tenga que preocupar si vas a grabar en video o lo vas a hacer en cine, que el formato no sea una restricción para hacer cosas. Yo intento estar trabajando siempre en la medida que se pueda, los cineastas que admiro yo creo que también poseen esta concepción del cine, como un oficio, Yasujiro Ozu, Robert Bresson, Jean Renoir. Se ha perdido esa visión, predominan cosas que son importantes pero no deberían serlo tanto como que la película se distribuya, se venda, que se vea, que no sea una pérdida. pero hay otras maneras de hacer películas, otras maneras de distribución. Quizás sea inocente de mi parte decirlo, pero es posible, existe.
José Luis es dentro de todo una persona sumamente modesta. Esa es su manera de ser y como bien él señala, es la forma que conoce de trabajar y de aproximarse a un proyecto. Durante este año El tiempo que se queda será presentada en festivales nacionales luego de haber pasado por Bafici y otros certámenes, así como también prontamente estará finalizado el montaje de su primer largo El cielo, la tierra y la lluvia (2008) protagonizado por Julieta Figueroa quién también colaboró en Obreras saliendo de una fábrica. Así se comienzan a delinear los primeros trazos de una concienzuda carrera cuyo carácter contemplativo será la tónica que lo envolverá todo, pues al ver la obra de José Luis nos enfrentamos primero que todo a una modestia productiva, un hacer fílmico casi primitivo que se sustenta en una capacidad brillante de realización y en una manera honesta de aproximarse al cuerpo retratado y al cine mismo. Es algo así como el primer ejercicio cuando se comienza a estudiar cine o el impulso innato cuando tienes una cámara en la mano; salir y grabar algo pero con otra mirada, con un velo que en vez de empañar la visión la esclarece y agudiza los sentidos permitiendo aprehender las cosas y poder así hacer una representación de ellas. Es casi la génesis del cine y a la vez pone de manifiesto el proceso de decidir qué grabar, cómo y desde dónde hacerlo. Como decía es algo que está practicamente desligado del tiempo en una pausa constante y que obliga a observar, una pausa que nos permite respirar en medio de un contexto a veces sobrecargado y bullicioso.
Doveris, R. (2007). Entrevista a José Luis Torres Leiva , laFuga, 4. [Fecha de consulta: 2024-10-05] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/entrevista-a-jose-luis-torres-leiva/336