Las repercusiones que presenta un filme como La caída han sido evidentes y han tenido cabida casi desde antes que saliera al mercado, sumando adeptos y enemigos radicalmente instalados en lugares opuestos ¿algunos argumentos? Por una parte, la acusación (asumida por ejemplo por el cineasta Wim Wenders y la crítica salida en la página web de El amante ) de ser un filme Nazi, al presentar a Hitler de una forma humana [1] o por argüir una defensa de aquellos miles de alemanes que se hicieron parte al presentar todo desde el punto de vista de Traudl Junge quien declara hacia el final del filme no haber tenido idea de lo ocurrido. El filme es claro en esta parte: tomando como base el documental La secretaria de Hitler (que aún no podemos ver por estos lares) dejar hacia el final un testimonio que, mitad lamento, mitad eximición, mitad perdón, es una clara declaración de principios: quienes estaban ahí no tenían conciencia de los campos. Finalmente, la representación se hace posible, es el relato que los exime de la historia y que a su vez es pretendidamente histórico. Una defensa, leída (en la crítica utilizada por el propio filme a modo de promoción) y comentada localmente hace un par de días por alguien como Fernando Villegas en el programa Tolerancia cero : la película es una película “seria” que está filmada bajo el punto de vista de la testigo, a su vez sus fuentes “históricas y serias” han sido fruto de un estudio objetivo del tema, los últimos días de Hitler.
La premisa pasa a ser: la re-construcción escénica de un evento es posible, detallable y constatable para “las generaciones jóvenes” [2] . Se asume, entonces, un principio: el de su objetivación. Como nunca, técnica y relato se vuelven en función de una aparición [3] deseada y deseable para un ojo que quiere ver. Si hay un lugar dónde La caída construye su propia puesta en abismo sería precisamente este, donde cine, historia y acontecimiento se vuelven parte de una misma alucinación, y dónde la pregunta por lo histórico es aquella que se repite una y otra vez: ¿dónde acontece?. Al respecto, una escena, sin duda una de las más notables: La del arquitecto Speer presentando la maqueta definitiva del imperio, proyecto que requerirá la demolición de toda la ciudad, para levantar de una vez por todas el gran sueño. Doble sistema de proyecciones donde dobles y dobleces evidencian en un acto todo un sistema de mundo en el cual nazismo y modernidad se dan la mano. Doble obstinación: quienes proyectan construyen maquetas de sus sueños haciéndolos visibles (el ángulo de visión es el de una cámara que sobrevuela y que juega con los tamaños) y quienes vemos proyectamos nuestro deseo de ver algo (y que resitúa la pregunta de quienes quieren ver qué frente a este filme) . De la inmaterialidad- condición intrínseca del cine- pasamos a la materialización de una idea (o a su deseo de materializarse) y después a su lenta des-materialización, finalmente, aquello que cae. Si es posible hacer de lo histórico una épica, La caída es el espectáculo perfecto para un mundo que necesita de una imagen del pasado para hacerse soportable, mientras el aquí, el ahora se fuga en la pregunta por su acontecer (¿dónde acontece?).
[1] Bruno Ganz, el actor, comentaba que su trabajo consistía justamente en ver un destello de humanidad en el personaje. Se asume aquí, una interpretación por parte del actor.
[2] Villegas recomendaba el filme especialmente a los jóvenes de hoy, a su vez, comentaba que la mayoría de los argumentos en contra le parecían banales.
[3] La imagen, entonces, como fantasmagoría
Título original: Der Untergang
Dirección: Oliver Hirschbiegel
País: Alemania, Austria, Italia
Año: 2004
Pinto Veas, I. (2005). La caída, laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-10-10] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/la-caida/163