Desde hace un tiempo una de las líneas de trabajo del cine chileno viene siendo el del retrato social, matizado con la incursión de algún género cinematográfico (melodrama, policial, comedia) y cierta mirada a una clase media/ baja. Es cierto, existe un “realismo a la chilena” arraigado en las exploraciones de la década del 60 y alineado, hoy, en la mirada empática de un Andrés Wood. Es, de hecho, curioso pensar que podría existir, sí, una cierta especificidad de este realismo: entiéndase cierto enfoque- drama social- , ciertos climas- una foto opaca, de bajo contraste-, e incluso cierto casting- Costa, Trejo, Dubó- que podrían definir los parentescos.
Sin duda, Mi último Round, está dentro de este estilo. Y es a su vez, a su manera, una síntesis y mejora de varios de sus tics, renovando de paso, sus temas. La película cuenta la historia de amor entre Octavio (Roberto Farías) y Hugo (Hector Morales), el primero un boxeador de peso medio, perdido en un gimnasio sureño. El segundo, un ayudante de cocina a quien se le acaba de morir un pariente cercano. Al inicio, se relata en paralelo y Jorquera acierta en un acercamiento silencioso a las vidas de cada uno, a las tímidas miradas entre ambos- con Hugo algo indeciso- e, incluso, cierta atmósfera de tedio en una ciudad sureña en pleno invierno. Hacia la mitad, empiezan más claramente los conflictos: Octavio no puede pelear más debido a un problema neuronal. El relato pasa a Santiago, y sin hacer mucho hincapié en la relación más que el de una dinámica algo posesiva, ambos deben trabajar para subsistir. Hugo, por su parte, conoce a una chica, con lo cual parte de su duda interior parece aflorar nuevamente, hasta que esto explota con Octavio de forma violenta. Cuando vuelve a aparecer el boxeo, el tono del relato adquiere tintes de género negro.. Es aquí propiamente donde el filme toma, y aprende del cánon de “filmes de boxeo”, incluyendo la idea de un destino inamovible, el de haberse involucrado con gente de bajo fondo, y el de una relación amorosa- aquí en la entrega pasional de Hugo- quien intenta detenerlo.
Mi último round sorprende en la coherencia del tono elegido para narrar la historia, así como el de lograr retratar la relación pasional entre ambos. Queda en la memoria, cierto tono nostálgico de su fotografía y ambientación sureña, logrando también entrar al mundo del boxeo firme, cuando se trata de filmar peleas y cuerpos golpeándose. Los dos centrales- Farías y Morales- están correctos, pero parte de los personajes secundarios, a ratos, carecen de un mayor desarrollo, como para que justifiquen su existencia más allá de hacer avanzar el relato. Es quizás, ahí, donde también pensamos que algo puede ser criticable, cierto esquematismo del guión, que tiene a decantar sin mucha sorpresa hacia el último tercio y hacia el final incluso predecible, sobre todo para el caso de Hugo, quien parece estar atrapado en un círculo anímico, sin mucha posibilidad de cambio. Así visto, el atractivo del filme, reside sin duda en el modo- austero, incluso respetuoso- de filmar la relación homosexual entre ambos en el marco de un drama social, con tintes de melodrama.
Pinto Veas, I. (2012). Mi último round, laFuga, 14. [Fecha de consulta: 2024-12-13] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/mi-ultimo-round/543