Claire Denis es de aquellos realizadores que forjaron su oficio durante largos años en la asistencia de dirección, lo que la llevó a trabajar con Jacques Rivette, Costa Gavras, así como con los íconos del cine independiente Jim Jarmush y Wim Wenders. A primera vista el panorama internacional y pluricultural en el que desarrolló los inicios de su carrera, así como el haber vivido su niñez en varias colonias francesas de África, marcará fuertemente su quehacer fílmico, orientado a retratar momentos en donde se evidencian las diferencias que arruinan la utopía franchute de igualdad y fraternidad. El ser francesa, como ha señalado, no significa mucho, pero sí ser blanca y pertenecer a una clase social acomodada.
Su cine, con un crudo punto de vista políticamente cargado y una poética fílmica de alto calibre, se ubica actualmente entre las más egregias muestras de cine contemporáneo. Sin embargo Denis toma estas sentencias con discreción y hasta con algo de humor, en parte porque provienen de un periodismo pomposo que la cataloga como “la mejor realizadora de la década”, algo que difícilmente se pueda tomar con seriedad, y en parte porque su producción fílmica se resiste a transformarse en un programa estético articulado en función de un mercado. Denis es de aquellos cineastas que prefieren guardar silencio respecto a su discurso cinematográfico, no porque quiera generar un velo de misterio sobre su obra sino porque es partidaria de la experiencia cinematográfica como el lugar idóneo para llevar a cabo la lectura de un film, experiencia que siempre excede a las condiciones de producción de la obra, y para qué decir, de la voluntad del realizador.
Sin embargo el que Claire Denis se resista enormemente a significar sus películas no puede ser comprendido como una clausura a la interpretación, sino todo lo contrario. De cierta forma ella construye esa apertura voluntariamente, y eso se puede observar en muchas de sus películas, sobretodo en la poca presencia de diálogos y en la construcción plural de situaciones paralelas que van esbozando, a modo de pinceladas, la narración. Difícilmente podremos reducir una cinta de Denis a un storyline si no recurrimos a conceptos abstractos independientes de la trama. Su cine es un cine de atmósferas, pero no al modo austero de un cine del tiempo y la quietud, sino más bien encuentra su lugar en la confusión de elementos, de tránsitos y acciones, pero sobretodo de choques; culturales, raciales, de interés y de poder. El individuo es presentado como una entidad originalmente solitaria, que debe desenvolverse en un contexto donde no está materialmente apto para sobrevivir sino que al contrario, está forzado a luchar por los recursos. Esto queda claro tanto en J’ai pas sommeil (1994), como en Beau Travail (1999) y White Material (2009), donde Claire Denis nos aproxima amoralmente a personajes que de una u otra forma están constantemente amenazados.
En sus películas, Denis nos muestra historias fuertemente marcadas por temáticas relacionadas con la inmigración y el colonialismo, y en general por la confrontación cultural propia de la modernidad y del mundo globalizado. Esta es quizás la forma en que la crítica ha sistematizado su obra, en torno a su insistencia en el tema racial, social, de género, en los juegos de poder de una sociedad desigual y violenta, en el colonialismo cultural y económico. En este contexto es el cuerpo el que es violentado, necesariamente expuesto en su cruda desnudez, pues es el lugar donde se producen estas diferencias y donde se articulan las relaciones de poder. El cuerpo en el cine de Denis se vuelve erógeno, no por atributos publicitarios sino por su extrema cercanía y por su puesta en escena. Por ello es también señalado como un cine del cuerpo de un alto contenido erótico. Sin embargo es necesario hacer ver que el deseo construido a partir de sus películas no está inscrito narrativamente, sino que disperso y desencarnado, lo que lo vuelve elástico y constante, como en The Intruder (2004) o en Trouble Everyday (2001), pero sobretodo en Beau Travail.
El plano detalle, el ángulo oblicuo, la piel transformada en un terreno por donde se pasea el foco, mientras la respiración se agita y llena el espacio sonora y la mirada aparece agigantada. De pronto hay sombras y cuerpos cruzados, o ensangrentados como en Trouble Everyday. La yuxtaposición de una relación amorosa y los cuerpos cadavéricos llenos de intensa sangre en este film es una provocación inquietante que se mezcla con el viaje. El cuerpo, vuelto extranjero o más bien, vuelto un extraño, produce una extrañeza que ciertamente se confunde con el deseo, no de poseer sino un deseo que se acrecienta y se consume en la imagen, es en ese sentido que propongo al cine de Claire Denis como una diferencia en el cine de ribetes erótico, porque existe una reflexión en torno al deseo que le confiere una relación inédita al espectador con la imagen, distinta al “querer tener” y distinta al “deseo del deseo del otro”. De cierta forma, en la condición de voyeristas, el espectador es enfrentado al cuerpo en la imagen, y al cuerpo de la imagen, al mismo tiempo que se produce una irrupción política, como decíamos en las primeras líneas. Creo que la palabra “provocación” contiene estos dos elementos, la seducción del cuerpo y la confrontación de la imagen en un contexto social violentado, del cual somos cómplices. Ella misma se ha señalado como White Material y a partir de esa autoconciencia respecto del lugar que ocupa, es posible restituir la complejidad que entraman sus films, que ya hemos señalado, no es discursiva sino formal.
Lo que me interesa particularmente en Claire Denis es que la experiencia cinematográfica se sustenta en algo que llamaré durante este artículo lo para-narrativo. Invento este término pues me parece que la relación que existe entre lo verbal y lo paraverbal es proporcional a la relación que habría entre lo narrativo y lo para-narrativo. De cierta forma si lo paraverbal también comunica, como lo verbal, pero a diferencia de éste de forma indicial, diremos que lo paranarrativo también narra, pero no en entrega de información sino también de manera indicial.
Lo anterior me permite reflexionar sobre el acontecimiento que construye Claire Denis en sus películas. Este acontecimiento no estaría inscrito en lo narrativo, pues como es posible observar a primera vista, la experiencia de sus películas excede en creces lo que se “cuenta”, sin embargo no es suficiente señalar que Denis no se enmarca en una narración clásica ya que lo que se sugiere narrativamente tampoco escapa hacia otras estructuras experimentales. Se trata más bien de una ausencia, en el sentido que Deleuze le da a lo “lacunar”, vacíos narrativos que, por supuesto, sólo pueden considerarse vacíos si tenemos en consideración la estructura clásica como referencia.
El acontecimiento, si ya no está inscrito en la narración, estaría sólo pre-inscirto o estaría una condición de fragilidad que no sólo le imprime un sello transversal a toda la obra de Denis, sino que resulta ser el motor de la acción, siempre naufragando en el plano detalle y en la indeterminación. El vagabundeo del cine moderno, descrito tradicionalmente como aquellos personajes que sin objetivo transitan por el mundo con sentimientos inciertos y ataques pasionales injustificados, se encarna en la cámara de Denis. Ya no forma parte de la diégesis de un personaje sino que pasa a formar parte de la manera de aproximarse a los hechos. Claire Denis le imprime esta capacidad al cine, de ser precisamente una aproximación y no un archivo, un testimonio o un documento, y es interesante que la insistencia de la extranjería, de ser forastero en una cultura o clase social distinta, tenga tanta fuerza para la realizadora en las temáticas de sus obras. Ella lo define más bien como un pie que le permite hablar de la soledad y la incomunicación, pero no podemos dejar de hacer la asociación con su propia mirada como cineasta. Ella misma se pasea como una extranjera por sobre los acontecimientos.
Es a partir de esto que interpreto su silencio respecto a su propio cine. Si de cierta forma los acontecimientos están preinscritos y su obra es sólo una aproximación al mundo de la otredad, como señalábamos al comienzo, y no una declaración de principios ni una toma de posición moralista frente a lo mostrado, es evidente que es la experiencia cinematográfica el elemento que encadena la significación. En este sentido es el espectador y el crítico de cine los que colaboran en el proceso de significación de la obra, algo que debiese ocurrir en todos los casos pero que excepcionalmente queda de manifiesto en el cine de Denis, porque la obra misma se exhibe en una suerte de desamparo y fragilidad, en una hermosa ausencia.
Doveris, R. (2011). Claire Denis, laFuga, 12. [Fecha de consulta: 2024-12-09] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/claire-denis/466