Introducción:
En la década de los 80’ se vivió en Chile un verdadero boom de la publicidad. El nuevo modelo económico impulsado bajo el régimen militar buscaba incentivar el consumo en la población mediante el acceso a créditos que permitían la consecución de productos antes vedados para gran parte de los chilenos. Y el mecanismo de socialización de esta nueva era fueron las piezas publicitarias.
Los cineastas nacionales que no vivieron el exilio vieron en este boom la posibilidad de desarrollar su oficio, a la espera de juntar los recursos suficientes para poder emprender sus proyectos personales. Así no sólo sufrieron la paradoja de tener que ser agentes del consumo para poder realizar sus obras, algunos de ellos se transformaron en prósperos empresarios audiovisuales. Sin embargo, y más allá de la amenaza constante de fagocitación de la publicidad en desmedro del cine, los cineastas (Caiozzi, Larraín, Agüero, Bustamante, entre otros) lograron realizar una serie de filmes claves del período, logrando al menos en apariencia equilibrar ambos mundos y obtener el reconocimiento internacional. Y ese equilibro se fundamentó en la no contaminación de sus obras por el lenguaje publicitario. Sin embargo aún quedaba por resolver la larga espera que mediaba entre película y película, cada estreno de cine chileno era un acontecimiento en donde las intenciones acariciadas por años por los autores por fin verificarían el encuentro con el público. El documental de Ignacio Agüero Como me da la gana da cuenta de aquella época, de los anhelos grandilocuentes y cándidos a la vez de un puñado de cineastas nacionales que realizan sus filmes en plena dictadura el año 1985.
Nuevas formas de ver:
Septiembre-Octubre del 2008 se nos revela como una suerte de espejismo con respecto al cine chileno debido a la gran cantidad de estrenos que se verifican en dicha fecha, incluso llegando a la lamentable situación de que algunas películas tengan que compartir el mismo día de premiere. Sin embargo esta posible eclosión no es más que un atochamiento que tiene su válvula de escape justamente en estos días: los grandes blockbuster norteamericanos se ausentan de pantalla y dan paso a la producción local, la cual ha amentado considerablemente desde aquellos ya lejanos tiempos de 1985. Las formas de tener acceso a piezas audiovisuales también han cambiado, multiplicándose tanto los referentes posibles para los cineastas como las fuentes laborales para desarrollar su oficio, manteniéndose la industria publicitaria como una de las áreas más importantes de desarrollo.
Sin embargo, y a diferencia de lo ocurrido en las décadas pasadas, este aumento de referentes no sólo ha posibilitado una mayor cultura audiovisual, también se ha abierto el espectro temático y estilístico hacia nuevos frentes. Pero también el propio lenguaje publicitario ha permeado las realizaciones, produciéndose el camino inverso a la década del 80’: ahora una serie de realizadores pasan del cine a la publicidad gracias a la utilización de recursos inherentes a esta en sus películas, como sucede en el caso que aquí nos convoca.
El paso del drama al melodrama:
Desierto sur, largometraje debut de Shawn Garry, tiene a su haber una serie de reconocimientos internacionales, de los cuales gran parte han sido conferidos por el público. Esta popularidad reviste una capacidad: conectarse con los espectadores y lograr aquella especial comunicación que permitirá el hacer propio lo que nos es ajeno. Para ello Garry se sirve de elementos altamente sugestivos: bellos parajes naturales, un trío protagónico de igual naturaleza y una dramática situación que servirá de detonante para la acción: la muerte de la madre de Sofía, hermosa nadadora española que por estar en una competencia no logra acompañar el último aliento de su progenitora. Y es aquí, en este punto que da inicio a la película que su director da luces sobre el tratamiento que vendrá: la negación propia del acontecimiento de la muerte por parte de Sofía será desarrollada en una suerte de clip audiovisual, en donde una canción pop de corte tan juvenil como la protagonista acompaña su carrera hacia el encuentro del mar. Ahí el personaje interpretado por Marta Etura en absoluta soledad frente al océano infinito intentará plasmar en su rostro aquel dolor tan insondable que conlleva la pérdida de un ser amado. Esta secuencia, peligrosamente ligada al lugar común será acompañada por estilizados movimientos de cámara. Así, a una situación dramática de por sí le serán adicionados la música (que no pertenece a la diégesis) y travellings laterales y circulares que dan cuenta de cierta pericia técnica pero que insertados en aquel momento sólo aparecen como vicios estéticos.
“Una imagen resulta hermosa no porque lo sea en sí… sino porque es el esplendor de lo auténtico”. La frase de Godard nos aparece aquí como una sentencia, el drama será revestido de lo accesorio, de aquellos elementos sugestivos más propios del mundo publicitario. Desierto sur estará inundado de estos elementos: imágenes-sueño de Sofía junto a su madre, el agua como elemento símil del vientre materno, el desierto como elemento desolador y lugar de encuentro con el propio yo, el pueblo como lugar de expresiones cósmico-costumbristas, todas las que aparecen como fragmentos que no alcanzan a integrar, y menos revelar, un todo.
En cuanto a estructura narrativa, el descubrimiento por parte de Marta de una carta enviada por su madre a un antiguo amor en el desconocido poblado de Desierto Sur accionará en ella la necesidad no sólo de viajar y encontrar al destinatario, sino que también depositar en aquel paraje lejano las cenizas maternas. Así el filme operará como una road-movie, pero en cuanto al desarrollo de sus personajes se transformará en un melodrama. En este punto es necesario hacer una distinción: más allá del acompañamiento musical, el melodrama se define por el accionar motivado por los sentimientos, por el lado emocional, por parte del protagonista. Es decir no actúan guiados por la razón, y al no estar en aquel terreno las distintas acciones acometidas estarán más ligadas a los impulsos, a las primeras sensaciones, aquellas que no racionalizamos antes de emprenderlas, las pasiones. El carácter melodramático de Marta compondrá el derrotero del filme, su aventura comenzará al llegar al norte de Chile buscando un pueblo que nadie conoce. En el camino conocerá a dos personas que se transformarán en sus compañeros de ruta: la chilena Nadia (Carolina Varleta) y el rioplatense Gustavo (Alejandro Botto). Cada uno de ellos tiene una historia que contar y un conflicto que resolver. Sin embargo Garry opta sólo por enunciar estos, centrándose en la misión de Marta y en la consecución de su objetivo final. El peligro de esta decisión radica en que gran parte del metraje desarrolla los lazos afectivos entre el trío protagónico, la posibilidad del amor y el encuentro de la amistad. Así la idea del viaje como esta posibilidad de encuentro consigo mismo y el otro se transforma aquí en la necesidad de encontrar a quienes te ayuden en tu misión, sin importar lo que sea de ellos luego de conseguido el objetivo. Extraño razonamiento, la película abandona sin más a dos de sus personajes, en un giro que nos es imposible de advertir debido justamente a los lazos construidos previamente entre ellos y Sofía. Finalmente el destino al que alude la publicidad de la cinta estará dado por encontrar o no aquel remoto lugar llamado Desierto Sur, para cumplir el deseo de la madre de volver ha encontrar a su gran amor aunque no sea en vida. Desecho el trío protagónico Sofía logrará, ayudada por otros personajes que aparecen tan fácil como desaparecen, conseguir su meta. Aunque quede la sensación que finalmente perdió mucho más en el trayecto que lo que la resolución de la cinta, y la canción principal de la misma, pretenden hacernos creer.
Camargo, R. (2008). Desierto sur, laFuga, 8. [Fecha de consulta: 2024-11-09] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/desierto-sur/94