Dos niños, Rafael y Mauricio, caminan por el desierto del norte de Chile. Rafael le pide a su amigo que clave sus manos a un árbol, él toma una piedra y perfora sus palmas con un gran clavo. Luego, con sus manos heridas hacia el cielo, Rafael espera durante horas por una señal de Dios, pero nada ocurre. Los niños retoman su camino por el desierto hasta que cae la noche, Rafael convencido de que su sacrificio fue ignorado. Se duermen y una zarza se alza en llamas. Desde ahora, Rafael sabe cuál es su misión y lugar en el mundo; encontró a Dios, él es Cristo y está seguro de que todos tenemos un Cristo adentro.
Esta es la escena inicial de El Cristo Ciego (2017), el segundo largometraje de Cristopher Murray, quien expone el peregrinaje de Rafael (30), interpretado por Michael Silva, a través del desierto chileno.
Existe una gran cantidad de películas que abordan temas relacionados con la espiritualidad y particularmente con el cristianismo y sus instituciones. Por un lado, tenemos un estándar de películas extranjeras que siguen, o adaptan, el relato de los Evangelios. Estas películas de alguna manera han condicionado las expectativas que tenemos al enfrentarnos a filmes que siguen el viaje de Cristo, por mencionar algunas: El Evangelio según San Mateo (Pasolini, 1964), La última tentación de Cristo (Scorsese, 1988) o La Pasión de Cristo (Gibson, 2004). Por otra parte, en el contexto del cine nacional han aparecido recientemente varios filmes que actúan a modo crítico y cuestionador de una institución que no tiene la estabilidad que aparenta, como El Club (Larraín, 2015) o El Bosque de Karadima (Lira, 2015). El Cristo Ciego (2016) no sigue ninguna de estas líneas, pero si dialoga con ellas en cierta medida.
Un elemento que diferencia este filme de los ya mencionados, es su lugar en un límite entre la ficción y el documental, donde el único actor es el protagonista. Los demás personajes que vemos corresponden a habitantes de la Pampa del Tamarugal, cuyas historias y testimonios se transforman en parábolas que cuenta Rafael durante su camino. Desde este lugar, Murray presenta un relato que cuestiona la espiritualidad y la fe, adquiriendo una gran fuerza al sostenerse desde la realidad de sus habitantes. Los elementos de ficción no compiten con lo documental, ambos polos actúan en conjunto para dar un nuevo valor al testimonio del peregrinaje de este Cristo del desierto.
La historia de este filme sigue el peregrinaje de un Cristo no tradicional mediante un relato humanizado, donde existe la duda y se cuestiona porqué Dios parece haber abandonado a algunos. El director plantea esto mediante un hábil uso de imágenes y gestos que citan a la iconografía cristiana, cuya función ha sido ilustrar y transmitir su verdad a los creyentes. Es a través de estas mismas imágenes, familiares para muchos, con las que Murray cuestiona la naturaleza y valor de la fe. En la escena mencionada al inicio, vemos una versión de una crucifixión y una zarza en llamas, pero durante todo el filme emergen muchas otras imágenes y citas al relato bíblico.
En un momento de su viaje, Rafael asiste a una ceremonia donde un grupo de fieles le rezan a una imagen de San Lorenzo. Los riñe, porqué le rezan a él y no a Dios. Un grupo de feligreses enfurecidos lo retienen y, en la confusión, la imagen de San Lorenzo se rompe. No son muchas las imágenes de santos o escenas bíblicas que aparecen en este filme, pero cuando lo hacen, son eliminadas por los personajes. Al romper la figura, el castigo pareciese ser una imagen de otro tiempo: Rafael es amarrado a un palo y dejado ahí, hasta que le pida perdón al santo ofendido. Del mismo modo, la vida de este pueblo pareciese transcurrir en otro tiempo al margen de la actualidad y el resto del mundo; pasando lentamente en la aridez del desierto, un lugar olvidado por la sociedad y, quizás, hasta por Dios.
Una imagen bíblica que aparece directamente en una escena, es una reproducción de La última cena de Leonardo da Vinci, como un cuadro colgado en la casa de una familia que perdió a su madre recientemente. Esta parábola cuenta un episodio en la familia de Rafael. Teniendo conciencia del valor de esta imagen, el padre remueve el cuadro al enterarse de la muerte de su esposa, Dios lo ha abandonado. El miedo a ser abandonado por Dios acompaña a los personajes y a Rafael a lo largo del filme. Luego de este evento, uno de los niños, Rafael, sale al desierto a buscar a Dios y lo encuentra, retomando la escena inicial del filme.
La espiritualidad de esta historia va más allá de las citas a la iconografía cristiana; la importancia y valor de la fe como herramienta y motivo para sobrevivir en situaciones adversas es cuestionada, al mismo tiempo que se realza la importancia de estas creencias para la sociedad, en especial para estas comunidades en sectores aislados. Evidencia de ello es lo que le ocurre al reencontrarse con su amigo Mauricio: el milagro que no ocurre. La ausencia de Dios parece no alterar a Mauricio, mientras que la fe de Rafael parece desaparecer. Esta crisis pareciese no impactar considerablemente al protagonista; al final, su peregrinaje es un pequeño evento más en la inmensidad del desierto, donde su vida continuará sosteniéndose desde sus creencias y su fe, sin importar que tanto se pongan a prueba, ni la validez de sus milagros. Las convicciones de Rafael son el principal impulso para realizar su viaje, el filme nunca es demasiado explicito respecto sus pensamientos o la dinámica de la conexión con Dios que asegura tener, esto queda en un espacio fuera de la pantalla, cuidando en no caer en lugares comunes sobre el tema.
El uso de la luz en este filme pareciese ser otro material que potencia la espiritualidad y referencias bíblicas en esta historia. Con escasa luz artificial, ésta proviene únicamente de fuentes simbólicas, del cielo o del fuego, representando quizás el cielo la tierra prometida y el fuego una vía mediante Dios hablaba a Jesús. El desierto de Rafael es un lugar tanto hostil como de calma, de tránsito hacia un cambio espiritual y reafirmación de sus creencias, siendo en este espacio donde el protagonista, transformado en un nómada, realiza la mayor parte de su camino. Finalmente, Rafael, retorna a su pueblo y es recibido con un abrazo. Una nube de tierra consume el desierto, junto con los pueblos que visitó y a Rafael con ellos. Si iniciamos el filme acompañando de cerca al protagonista, al final todos desaparecen y se funden en un mismo cielo ocre y deslavado.
Fernández, A. (2017). El cristo ciego, laFuga, 20. [Fecha de consulta: 2024-12-02] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/el-cristo-ciego/862