Ir a reseña de La rabia.
Albertina Carri, directora del filme Los rubios (2003), que causó más de una discusión en el ámbito intelectual argentino, estrenó La rabia (2008) durante el último BAFICI y SANFIC, otra película en que somete a revisión y análisis los presupuestos del pensamiento de izquierda. La directora conversó con laFuga sobre estos y otros tópicos.
lván Pinto: ¿Cómo surge La rabia? ¿Cómo empieza a gestarse?
Albertina Carri: Desde niña para mí La rabia era un pueblo, un espacio geográfico que quedaba cerca del campo donde yo vivía de niña. Después con los años me dí cuenta que La rabia no era solo eso. Que tenía una acepción. Por un lado está la rabia de furia, de bronca. Por otro la rabia de virus, enfermedad, la que trasladan los perros. Me parece que ese fue el primer gatillante. Me remontaba a cierta rabia que recuerdo de haber vivido en el campo como entorno. En el primer boceto del guión la idea que mas trabajé fue la idea de “naturalización de la violencia”. Como es que somos capaces de naturalizar la violencia en su máxima expresión. Básicamente esa “naturalización de la violencia” que en la ciudad también está pero donde tenemos muchas mas mediaciones. Sin ir más lejos nuestra primera mediación tiene que ver con el acto de adquisición de alimento, ir al supermercado donde no tenemos ninguna conciencia de la matanza. En el campo es algo que esta ahí, hay una convivencia muy íntima con la matanza, pero no hay conciencia de vivir eso como matanza. Y, bueno, fue un poco alrededor de esas ideas, sobre todo esta idea de la rabia como una peste, una pandemia. El único que parece salvarse es el niño, quien, finalmente también termina contagiado. Uno de los primeros comentarios que recibí de la película fue de una documentalista y me dijo que le parecía una película de guerra. Y me parece una idea genial, por que realmente la guerra es la mayor de las naturalizaciones…
l.P.: De alguna forma, lo primero que uno piensa es la relación con el relato rural. Por dos lados: primero como relato mítico, todas las figuras que trabajas un poco en la película, las animaciones. Y por otro lado el relato rural político de los sesenta y que de alguna forma también me parece que están muy presentes simbólicamente. Te quería preguntar por estos referentes…
A.C.: No sé si hay una intención deliberada, pero si hay algo que hago habitualmente. Cuando trabajo una idea de guion, hago una especie de research para ver qué hay alrededor de eso. Pero además uno recibe influencias. Es probable que haya mucho de ese cine político que es por el que más me siento influenciada. La Rabia produce un diálogo/discusión con ese cine. Ahí ya casi se apega un poco a Los rubios. Porque ese cine antes hablaba de la revolución agraria. Y el campesino aparecía siempre como un personaje muy noble, muy comprometido. Otra de las ideas políticas que me influenciaron fue una idea del escritor inglés John Berger acerca de los campesinos como desclasados absolutos. Berger los llama sobrevivientes, por que no pertenecen a ninguna clase social en ningún sistema político. El capitalismo neoliberal siempre los deja afuera. Entonces es lógico que se aferre a sus costumbres, a lo primario. Además, creo también. que la tierra te obliga y te devuelve a una cosa primaria.
l.P.: Hablemos sobre el tema de la violencia. Hay varias violencias en tu película…
A.C.: Todos van ejerciendo violencia sobre otros, y siempre van ejerciendo violencia sobre el que es más vulnerable. Es el ambiente que yo le quise dar a la película. Seres vulnerables, expuestos, por un lado los niños, por otro lado la mujer, por otro lado los animales dentro de una cierta idea de depredación diría yo. Todo el tiempo unos se comen a otros, el más fuerte se come al más débil. Lo que te puedo decir sobre la violencia es el tema de la naturalización y de cierto contagio. Que es un poco lo que pasa con el niño (Ladeado), que parece ser el más limpio, sin embargo termina totalmente involucrado. La única que termina zafando es la niña, ya que es la única que termina expresando la violencia. Los demás también la expresan, pero a su propia costa, de su propio dolor y brutalidad…
l.P.: Me llaman mucho la atención las escenas de sexo…
A.C.: No es un sexo habitual del cine. Es un cierto contagio animal. Me interesaba la idea. Es una película cruda en todos los sentidos. Esos paisajes son bellos pero tremendamente crudos, pensando devolverle al espectador una emocionalidad media extraña, entonces, tomar la decisión de filmar el sexo de una forma mas suave o insinuada me parecía una falta de respeto a todo lo demás. La película trabaja sobre esa crudeza. Tiene una parte documental. Desde ahí interesaba trabajar cierta idea de pornografia. Tanto los paisajes, como la relacion con los animales, el sexo, tiene esa cosa pornografica, en la idea de lo “hiperreal”, en la exageración. Por otro lado está la relación entre los personajes. Son los dos personajes que se encuentran en una situación amorosa extremadamente carnal que tiene que ver con el secreto. Todos los personajes tienen su secreto: la niña tiene sus dibujos, el padre tiene sus idas al pueblo (una especie de affaire con la chica del pueblo), Ladeado tiene su comadreja y ellos tienen esta relacion. Además de tener una relacion de amantes, creo que también el secreto es otro que ellos comparten ese secreto de un sexo mucho más animal, pasional, que desespera… no porque sean amantes, sino porque está relacionado con esta animalidad de la tierra. Todo es bestial, los dibujos de la nena son bestiales, el sexo es bestial, etc.
I.P.: Hablemos de la estructura narrativa. Los rubios tenía una cosa de mezclar, formatos, tiempos, géneros; aquí, en cambio, parece más cerrada…
A.C.: Yo la pensé desde un inicio como un cuento para niños, en ese sentido sí, tiene una estructura más cerrada. Como todo cuento se necesita entender claramente, con moraleja y todo hacia el final: “la rabia contagia”. Obviamente, en eso, se cuela una cosa trágica, de tragedia griega. Una especie de inevitabilidad por parte de todos los personajes. En ese sentido es completamente opuesta a Los rubios, que se bifurca por todos lados, es su apuesta. Y aquí está todo más compacto.
l.P.: Cómo surge la idea de incluir los extractos de animación…
A.C.: La idea está casi desde el comienzo. Desde los comienzos estaba la idea de un niño cojo (Ladeado) y una niña muda. Después la niña muda va adquiriendo ciertos rasgos autistas. El hecho de que se saque la ropa tiene que ver con eso. Por las imposibilidades físicas que te trae eso. Por otro lado esa relación que tiene el campo con la enfermedad. Es decir, el niño cojo que quedó cojo. Lo mismo con la niña. Yo hace rato que vengo investigando sobre el autismo. Hay un libro que se llama “El curioso incidente de un perro a media noche”, donde el protagonista es un niño autista. Saqué algo de ahí, algo de la expresión. Ese niño no soporta el contacto fisico. Reacciona violentamente. Pero se puede contactar de otras maneras. Puede dar abrazos, tocarse las manos con otros, encontrar otro tipo de lenguaje, y esa idea de encontrar otro tipo de lenguaje es lo que me interesaba con la niña. Sobre todo con ningun recurso a su favor, cómo, a pesar de no tener ninguna estimulación por parte de los adultos, a la niña igual su imaginación y su fantasía se disparan. Y su necesidad de comunicarse también se le dispara. Y aunque no hable, comunica. Claramente comunica. Y mucho mas que los demás, y los demás que supuestamente comunican se terminan matando…
l.P.: El cuerpo de la niña está muy expuesto, amenazado permanentemente. Nunca está claro qué ocurre con ella…
A.C.: Ella está en una especie de vulnerabilidad total. Al no poder hablar, más expuesta. Por otro lado, bueno, está el tema del autismo y la ropa. Y está el tema de los dibujos. En gran parte de los niños abusados se descubre el abuso a partir de dibujos que son extremadamente pornograficos…
l.P.: No me queda claro si las animaciones son sueños del personaje o intervenciones del narrador…
A.C.: Para mí son claramente fantasáas de la niña. Las primeras están marcadas por el dibujo, pero no están inducidas directamente desde la imagen, pero para mí ya estaba establecido el código con el espectador. Son imaginaciones de la niña.
l.P.: Claro, todo el rato está uno piensa eso, pero en un momento está la incursión de la guitarra, que es como una intervención fuerte del narrador, es como decir “esto no es del campo”…
A.C.: Sí, es un momento de quiebre, de corte, y es un claro signo de puntuación. Es el único tema musical… el resto es todo banda sonora…
l.P.: ¿Cómo lo trabajaron el sonido?
A.C.: Sobre todo desde la idea de exageración, de lo que te contaba de un espacio como invasivo. A uno le dicen el campo y piensa en silencio. Pero en realidad hay un movimiento sonoro alrededor de bichos, grillos, gallinas, vacas que suenan a lo lejos, una presencia… Por otro lado la idea de que el sonido es totalmente subjetivo, que el oído elige qué escuchar. Y ahí hay algo de sonido realista. Para mí hay algo del sonido que tiene un necesario extrañamiento en la realidad. Está relacionado con una zona muy subjetiva, aunque haya sonido real. En esta película donde todo tiene una carga subjetiva tan fuerte.
l.P.: Para ir cerrando, ¿qué te quedó después de la experiencia de Los rubios?
A.C.: De Los rubios, puedo decirte que fue una película que hice el 2003, y que estamos a 2008 y todavía escriben libros sobre ella. Un poco a mí me tiene harta. Sobre todo porque soy directora de cine y quiero seguir haciendo películas. Entonces quedarme varada ahí hubiera sido peligroso. No me quedé entrampada por el éxito. La verdad es que a Los rubios le fue increíblemente bien. Cinco años después me la siguen pidiendo, etc. Por otro lado me llama la atención. Son movimientos personales. Nunca pensé que con Los rubios iba a revolucionar “la escena” de los desaparecidos, sobre la representación de la tragedia. Por un tiempo, incluso, me arrepentí, por eso de la demanda, del agobio, por que hice en un punto una peli para deshacerme de mi historia y se me devolvió con mucha fuerza, me volvio de una forma muy dolorosa, por que me volvió alegre, llena de premios, de críticas excelentes. Después se armó una discusión que a mí me pareció muy interesante. Ya que la peli era para eso. La película en ese sentido cumplió su cometido, yo la pensé en terminos contestatarios. La discusión para mi fue bienvenida, pero bueno, un poco eso. Fue un referente en su momento, pero son cosas que circulan, pero yo me desprendo. La discusión esta echada y en un punto a mí no me necesitan… está dicho todo ahí. Puede ser que de aquí a muchos muchos años quiera volver a hacer algo sobre el tema, pero entre medio, cambió mucho Argentina. La política de derechos humanos ni hablar. La hice en pleno Menemismo y Delarruismo. Los desaparecidos no estaban, no era tema a diario. No habia política de derechos humanos desde el gobierno. Más allá de eso, la película planteó la discusión sobre como representar lo irrepresentable, y no fue nada demagógica ni compasiva. Generó mucha identificación. Había mucha gente esperando a que alguien lo dijera. Pensé que los organismos de derechos humanos me iban a odiar y no fue asi. Fue muy bienvenida la película.
Pinto Veas, I. (2008). Entevista a Albertina Carri , laFuga, 8. [Fecha de consulta: 2024-11-08] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/entevista-a-albertina-carri/5