Natalia Garayalde y sus Esquirlas

Por Marisol Aguila

Biografía +

Marisol Aguila es periodista por la Universidad Diego Portales; diplomada en Teoría y Crítica de Cine por la Universidad Católica; Magíster en Ciencia Política en el Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile; y Magíster en Gobierno y Gerencia Pública en el Instituto de Ciencia Política, Universidad de Chile.

Ha sido jurado en festivales de cine nacionales (Jurado de la Crítica Especializada en el Festival Internacional de Cine de Viña del Mar 2019 y 2020), comentarista de cine en radios, panelista y tallerista sobre cine y crítica feminista. Colabora en diversos medios de crítica de cine.


 
 

En el cruce entre la vida privada y lo público que vienen realizando varias mujeres documentalistas latinoamericanas que rescatan videos caseros para reconstruir su historia familiar desde su propio lugar de enunciación y revivir una determinada época histórica, la cordobesa Natalia Garayalde ha rearmado 25 años de archivos, en el internacionalmente premiado documental Esquirlas, que se pudo ver en Chile en el Festival Internacional de Cine de No Ficción, Frontera Sur.

Con imágenes de distintos formatos y procedencias (propias, captadas con su pequeña cámara desde los diez años, archivos periodísticos, de otras familias, de un operario), Natalia Garayalde realiza un ágil montaje sobre las “esquirlas” físicas, psicológicas, políticas y judiciales de las explosiones de una fábrica militar, que buscaban tapar el tráfico de armas hacia Croacia en la Argentina de los años 90 de Carlos Menem.

En sus más de dos décadas de militancia y movilizaciones para exigir justicia frente a la causa judicial y a medida que iba produciendo la película, Natalia fue haciendo el duelo por su hermana que murió de cáncer producto de las explosiones de armas en la localidad de Río Tercero, provincia de Córdoba, y juntando los fragmentos de una tragedia que este documental autobiográfico revisa desde la violencia institucional, económica, militar y judicial.

Marisol: La primera parte de Esquirlas da cuenta de tu apacible vida familiar en Río Tercero, los juegos con tus hermanos, todo grabado por ti con la pequeña cámara que te regaló tu padre cuando tenías diez años. ¿Cómo fue ese proceso? Sabemos que te demoró bastante tiempo recolectar los fragmentos de esta historia. ¿Por qué decidiste que la primera parte de la película mostrara, con archivos familiares, con estas películas que tú misma grabaste en la mayoría de los casos, esta vida familiar?

Natalia: la película empieza un poco mostrando la relación que teníamos con mi hermano, principalmente con la cámara como juguete. Incluso, el primer plano es la compra de la cámara entre electrodomésticos, entre heladeras, como un electrodoméstico más, de familia clase media argentina que podía acceder a una Sony 8mm, una cámara chiquita, se ve en la película. Mi intención era contar cómo era la vida tranquila de esa ciudad, de mi familia y la relación lúdica que teníamos con la cámara, hasta que se ve interrumpida por un hecho dramático, que son las explosiones.

Marisol: Han pasado más de 25 años. En 1995 ocurrieron estas explosiones que las autoridades de la época, lideradas por el fatídico Carlos Menem, que murió este año (2021) impune, querían mostrar como un accidente, pero, en realidad, se trataba de un atentado para encubrir el tráfico de armas a Croacia y Ecuador. ¿Cómo es este proceso? Tú comenzaste con historias pequeñas, con la de uno de los funcionarios de esta fábrica que estaba inculpado. Al principio, tu interés era, más bien, específicamente en relación al caso y cómo se va colando la variable personal y familiar en esta historia.

Natalia: Sí, yo había comenzado con la historia de este operario, Omar Gaviglio, que había sido acusado como culpable del supuesto accidente, porque trabajaba en la planta de carga donde se iniciaron las explosiones. Después se convirtió en un testigo clave de la causa de las explosiones y también para la causa del tráfico de armas, porque fue él quien contó cómo se maquillaban los misiles, los proyectiles del ejército argentino para traficarlos clandestinamente, o sea, para borrarles las huellas del escudo y la numeración del ejército argentino. Además, es quien hace la prueba con TNT para mostrar que no se puede encender o explotar accidentalmente, tiene que se intencional o programada. Él se filma en su casa, con una camarita también, para hacer experimentos caseros y presentarlos ante la justicia.

Por eso quería empezar con él. Empecé a hacer el rodaje con él, de hecho, entramos a la fábrica con un comando anti-explosivos porque en esa zona, que era interdicta mientras la causa estaba abierta, no se podía indagar ni modificar el lugar. En ese lugar, entonces, había proyectiles enterrados. Nos hicieron hacer seguros de vida e ir con ese comando anti-explosivos. Fue difícil conseguir la entrada, pero lo hicimos, fuimos con él. Después él enfermó de cáncer, ahí es cuando me pasa todo el material que tenía.

Ahí hago una pausa en la película, no sabía bien cómo seguir. También tuve mis procesos de duelo familiares, mi papá enfermó, mi hermana había muerto. Y bueno, ahí busqué en los álbumes familiares un poco el recuerdo de ellos. Paralelamente que hacía esta película, empecé a ver esos casetes buscando imágenes de la familia y me encontré con todo eso, que casi no recordaba que estaba. O sea, sabía que habíamos filmado, pero habíamos filmado horas y horas, no sabía que había tanto. Se lo mostré a algunas personas que había en el equipo que me decían: “incorporá eso” y yo al principio no quería. Sentía que iba a exponerme o a mi familia, o tampoco quería hacer un relato autorreferencial. Le di muchas vueltas hasta que me decidí a usarlo.

En verdad, hice muchos cortes donde estaba la historia del operario y estaba yo y mi familia, y eran dos películas. Por eso también me demoré un montón, estaba agarrando la idea original y no hay que agarrarse tanto a la idea original, hay que dejar que suceda lo que tenga que pasar y abrirse a que aparezcan nuevos archivos, nuevas imágenes, nuevas ideas, también.

Marisol: Claro, no se trataba sólo de contar una historia, sino la historia de Río Tercero, de tu pueblo y de tu propia familia. En ese proceso, de alguna manera, como lo mencionabas, fuiste haciendo tu propio duelo. Es un proceso que, por supuesto, toma tiempo, yo creo que nunca se cierra por completo. Tú perdiste a tus familiares producto de esta explosión.

Natalia: Sí, es una hipótesis esto de que la contaminación en el aire del químico que estaba en los proyectiles, y de los químicos que se siguen produciendo en las tres fábricas de Río Tercero que son el sector químico de Fabricaciones Militares, Atranor y Petroquímica, contaminan el lugar; eso es un hecho.

Marisol: Perdón, ¿eso sigue ocurriendo hasta hoy?, ¿siguen funcionando esas fábricas después de todo lo que pasó?

Natalia: No, lo que pasa es que, es un poco un planteo que pongo en la pregunta que hace mi papá cuando lo entrevista un periodista, esas fábricas también son fuentes laborales, la ciudad creció alrededor de esa fábrica. Por eso también es un poco contradictorio que la misma fábrica que la hace crecer es la que la bombardea un día. Creo que, en parte como dice mi viejo ahí, no hay una injerencia de la ciudadanía en lo que se produce o en los modos de producción.

Marisol: Pero ahí habla del “pueblo”, si mal lo recuerdo. Y tú le haces un comentario en voz en off que es bien interesante, como dándole cuenta que es una ingenuidad lo que está pensando.

Natalia: Sí, cuando él dice “el pueblo al poder con las armas”, ahí yo le contesto. Pero en verdad no, esa parte en la que él dice que si hay un solo par de dueños de una fábrica y el pueblo, la comunidad, no tiene injerencia en lo que está pasando puertas adentro, es probable que sucedan esas cosas, estamos en una situación de riesgo constante, latente. Yo entiendo perfectamente que existan esas fábricas, hay una parte de producción civil en las fábricas militares. En un momento, durante el gobierno de Cristina Kirchner, se activó la parte de trenes, se hacían matafuegos. Hay toda una parte de la producción de fábrica militar que es muy interesante, no es bélica y no contamina. Pero bueno, si se produce de forma hermética como se sigue produciendo, es un peligro. Si no hay informes de impacto socioambiental, si no hay una consultoría a la ciudadanía de qué tipo de producción quieren en su lugar, donde viven, donde habitan, se vive con eso como un peligro.

De hecho, yo cuento en la película que los jueves a las 11 de la mañana todavía suena una sirena. Yo estuve hace unos días, recién llegué a Córdoba de nuevo, y es impresionante vivir con esa alarma. A las 11 clavado suena la alarma para que la población haga simulacros. Ya no se hacen, pero suena la alarma.

Marisol: Es un peligro latente. En este caso, no hubo una sola explosión, después de unas semanas hubo una segunda explosión. Entonces, en el fondo, esa posibilidad de que no fue algo accidental, sino que pudiera volver a ocurrir debe haber generado mucho miedo,  terror… Hay escenas realmente impresionantes. Son casi imágenes de guerra en una localidad que es un pueblo de no demasiados habitantes.

Natalia: Bueno, vos decías de no tantos habitantes, eran en ese momento 40.000 habitantes  y cayeron 20.000 proyectiles. O sea, uno cada dos habitantes.

Marisol: En esta película, un documental autobiográfico con una línea también histórica, vemos distintas escenas, imágenes de distintas texturas. ¿Cómo fue ese armazón, ese montaje de imágenes? Tenemos imágenes familiares, archivos documentales, videos caseros hechos por ustedes, imágenes de la televisión cordobesa, ¿cómo fue esa amalgama de fragmentos y de “esquirlas” que tuviste que ir montando durante todo este tiempo?

Natalia: el montaje es lo fundamental en la película, es donde más me apoyo. Intentaba que el hilo fuera la voz en off, tenía mucha presencia, pero después me pareció más interesante que se contara más con el montaje y que la voz fuera un elemento más, no tan estructural. Ahí el trabajo que hicimos con Julieta Seco durante años fue muy difícil, hicimos muchos cortes, muchas pruebas. Como decías vos, fue como tener que juntar pedacitos, teníamos pocos momentos de escenas largas, de mucha duración. Eran pequeños clips que teníamos que ir juntando para armar una idea.

Encima eran muchas ideas, como es mi primer largometraje, una es un poco pretenciosa a veces y quiere decirlo todo. Entonces, tenía un montón de ideas y capas, y quería incluir sobre la Guerra del Cenepa, la Guerra Balcánica, sentía que no estaba bueno dejarlo afuera, tuve que dejar fuera algunas cosas para un próximo proyecto. Trabajamos con Juli un montón, después con Martín Sappia, para juntar todo ese material que, como decías, tiene distintas procedencias, pública y privada. Tenía Canals de Córdoba, vecinos y vecinas que me acercaron material de forma muy generosa, me ofrecieron lo que habían filmado.

Y bueno, intentamos que los límites entre esos archivos fueran cada vez más difusos, que se fueran mezclando. Por ejemplo, la imagen de la huida del día de las explosiones no la filmé yo, ni mi familia, pero la intención era crear la idea de que había sido mi familia la de ese auto. No sé si te generó eso a vos, pero algunos me preguntaban: “¿eran ustedes?”. Queríamos generar esa confusión, que todo estuviera integrado, como si fuera todo creado por mi familia, que es una más de las de Río Tercero que sufrió ese atentado.

Distintas violencias

Marisol: Sí, esa escena es realmente impactante, y uno se pregunta cómo podía haber sido filmada en ese tiempo, en 1995, desde un auto cuando seguían cayendo los proyectiles desde el cielo, es realmente abrumadora. Me interesa mucho, Natalia, un análisis que tú has hecho en el Festival Frontera Sur sobre los distintos tipos de violencia que trabajaste en esta película. La violencia militar, la violencia institucional, la violencia económica a propósito de este modelo neoliberal impuesto por Menem en ese tiempo, y también la violencia judicial por la impunidad de los verdaderos responsables. De hecho, Menem murió en enero de este año y se fue impune, como tantos otros violadores de derechos humanos que mueren sin haber pagado por los crímenes que cometieron. Háblame de esos tipos de violencia que tú analizas, por favor.

Natalia: lo que contaba en la charla que tuvimos en Frontera Sur, era que esta violencia “pornográfica” o tan explícita que se ve en un bombardeo a una ciudad, es también una consecuencia de una violencia económica previa. El operario de la fábrica con el que trabajé, Omar Gaviglio, me contaba que a ellos los mandaban a maquillar armas y que ellos, de alguna forma, estaban enterados del tráfico o, por lo menos, de que algo sucedía. Pero no tenían posibilidades de quejarse porque, en ese momento, había un vaciamiento estatal tremendo y despidos masivos; de alguna forma, eran operarios esclavos. Lo digo en masculino porque eran todos hombres adentro de la fábrica, en la planta de carga.

La situación de vaciamiento del Estado, de privatización de empresas, hacía que los operarios hicieran lo que les mandaban. No había posibilidad de denuncia o manifestación por parte de los trabajadores que estaban en la fábrica. Si no, los despedían, era la flexibilización laboral de los noventa por la política neoliberal de Menem en Argentina. Generaba esas situaciones, estar encubriendo tráficos de armas porque no quedaba otra, en algún punto.

Después, la violencia judicial. Como decías, Menem murió impune. Murió el 14 de febrero del 2021 y tenía que declarar en la segunda parte del juicio de las explosiones diez días después. O sea que, con 90 años, iba recién a declarar en la segunda parte del juicio. Ya había hecho declaraciones, pero había sido sobreseído en la primera parte. En la causa de armas fue sobreseído con el argumento de que había pasado el plazo razonable para culpar a alguien. Yo siempre digo que es ilógico o absurdo que la misma demora en la justicia sea tomada como la justificación o el razonamiento para cerrar una causa. El principio de plazo razonable había pasado, por lo tanto, sobreseyeron a Menem en la causa del tráfico de armas a Croacia y Ecuador. Es como que ellos crearon todo.

Marisol: Esta sentencia de mayo de 2021 a algunos altos militares, ¿en qué consiste? ¿Hay algo de justicia ahí?

Natalia: en mayo, como decís, la Corte Suprema de Justicia en Argentina confirmó la sentencia a cuatro militares. Pero bueno, esperó a que Menem muriera para confirmar esa sentencia, por un lado. Además, lo hacen en un momento, esto ya es una lectura en la que puede haber otras miradas, en que está un poco en la mira porque está el tema de la reforma judicial en Argentina, los jueces se conocen un poco más, sabemos quienes están en las causas, les conocemos un poco más la cara. Este planteo de la reforma judicial, del Partido Judicial, como les decimos, porque parecen intocables, se manejan con un poder súper impune.

Bueno, medio que empezaron a mover cosas. La Corte Suprema estaba en la mira y dijo, bueno, saquemos algunos expedientes, demos algunas sentencias, agilicemos porque nos están mirando. En ese paquete entró la causa de las explosiones una vez que Menem había muerto.

Marisol: ¿Puede haber influido en la sentencia esta misma película, que se vio en noviembre en el Festival Internacional de Mar del Plata. Era un tema bastante olvidado, pero con esta película se vuelve a poner en la agenda. ¿Puede haber algo de eso?

Natalia: No sé, no lo creo. Gracias igual por pensar eso. Por supuesto que hice esta película pensando en que sea justa, no bella, que pensara en la justicia y no en la belleza. Pero igual hice con mucha demora la película, me tomé muchos años para hacerla, no pude hacerla como película urgente. Ésa era mi intención, pero me parece que va por otra vía. Por supuesto que ayuda. De golpe, en algunos lugares estamos hablando sobre lo que pasó en Río Tercero y no se conocía, eso sí, para mí es un logro de la película.

Años de exigir justicia

Marisol: Mal que mal llevas años marchando, exigiendo justicia y la película, de alguna manera, me imagino, es la consagración de toda esa lucha como documento histórico, ¿no? En eso se constituye finalmente. Han pasado 25 años y el tema sigue ahí con sus consecuencias, efectos, con dolor y sufrimiento. No sólo fueron los siete muertos, los 300 heridos, fueron todas las familias, incluso la tuya, que vieron agrietarse y cambiarles la vida para siempre. Son años de lucha de tu parte y de todo un pueblo.

Natalia: Sí, de hecho, también contaba en la charla en Frontera Sur, que hice esta película a partir de lo que había recolectado durante años, hablando con la querellante de la causa, con este operario, con vecinos y vecinas con las que hicimos murales, nos manifestamos. De hecho, el camarógrafo de Esquirlas, Juan Bianchini, era uno de los que participaba también de esas marchas, hacíamos reuniones.

Hicimos una vez un escrache (funa) a un juez de la causa que había dicho que las explosiones habían sido accidentales. Su argumento lo había buscado en “El Rincón del Vago”, no sé si acuerdan de ese sitio. La parte en la que hablaba sobre el TNT y cómo funciona lo había tomado de “El Rincón del Vago” como fuente y ahí fue como un enojo muy grande. Fuimos a hacer un escrache a Río Cuarto, que era donde estaba la causa judicial en ese momento. 

Marisol: Para entender un poco mejor, porque cuesta imaginarla para quienes no hayan podido ver la película en Chile en el Festival Frontera Sur, en la práctica lo que hicieron para disimular y disfrazar este tráfico de armas fue generar una explosión que se salió de las manos. Eso es, ¿no?

Natalia: Sí, no sé si salió tanto de las manos, fue bastante programada. De hecho, hubo primero una explosión que fue una especie de alarma de aviso para que la población huyera y a los 12 minutos explota la parte de los polvorines. La primera es en la planta de carga donde están los explosivos. Hay una segunda explosión ese mismo día donde están los proyectiles guardados. Ahí, 12 minutos después, empieza el bombardeo. En una ciudad chica, esos 12 minutos nos permitió, a la mayoría, poder huir.

Además, hubo dos explosiones simultáneas, se veían en fotos dos cráteres, para que la onda expansiva fuera en L y no fuese hacia las partes químicas. Si caían proyectiles en los tanques de cloro o de fosgeno, en las esferas de amoniaco y todo lo que se produce y conserva en ese lugar, bueno, hubiese sido tremendo, hubiese afectado a toda la provincia. Hubiese sido más devastador todavía.

Entonces, sí estuvo premeditado que fuera grave, pero no una masacre, digamos. Por eso también fueron siete los muertos que, por la magnitud del bombardeo, es un número que duele, pero no es una gran cantidad para 40.000 habitantes. Esto es por lo que contaba, por la primera explosión alarma que dejó que la población huyera. 

Marisol: ¿Tú dónde estabas cuando ocurrió la primera explosión? ¿En el colegio?

Natalia: Sí, yo estaba en la escuela del barrio Fábrica.

Marisol: ¿Y qué hicieron? ¿Corrieron? ¿Se pusieron debajo de las mesas? Como en los terremotos acá en Chile que está la operación Deyse, donde los niños se ponen debajo. ¿Cuál fue la primera reacción frente a algo tan desconocido y brutal?

Natalia: Bueno, no habíamos hecho nunca simulacros previamente. Después sí, lo cuento también en la película, a partir de las explosiones se empiezan a hacer simulacros, previamente no. De hecho, yo no sabía que se producía cerca de la escuela ni de mi casa. Yo no entendía nada, nadie entendía nada, no sabíamos qué estaba pasando, si había sido una bomba en la escuela o qué estaba sucediendo, hasta que pudimos escaparnos con la madre de una amiga. Escuchamos la radio y nos enteramos de lo que había pasado. Yo estuve toda esa mañana con mi hermano y recién a las cinco de la tarde, con el resto de la familia.

Marisol: Recordemos que, en 1995, para las generaciones más jóvenes, no existían los celulares para mandar un whatsapp y decir estoy bien, estoy sano o pasó esto. O sea, la incomunicación tiene que haber sido una cuestión muy angustiante y complicada. Lo que vemos en la película es como un escenario de guerra. ¿Cuál fue tu sensación al llegar a tu casa?

Natalia: Bueno, fue tremendo. Yo por ahí no hablo mucho, más allá de lo que cuento en la película, pero no doy tantos detalles de lo que me pasó. Bueno, a través de la cámara me protegía, lo usé como un escudo. Por eso entré con la camarita a la casa, esa fue mi forma de poder ver la destrucción. También con mis amigos, mis amigas, que me contaban lo que les había pasado.

Cuando se bombardea una ciudad entera, nadie te puede auxiliar. En un punto, estamos todos viviendo lo mismo, pero es difícil conseguir ayuda, estábamos en la misma, encontrando nuestras casas destrozadas. Y bueno, después nosotros nos fuimos a vivir un tiempo a la casa de mi abuela, en otra ciudad, hasta que pudimos volver.

Archivos familiares

Marisol: Respecto a esta búsqueda y esta re-mirada, a la revisión de los archivos, ¿cómo fue mirar las imágenes que habían logrado con tu hermano como un juego, cuando eran pequeños? ¿Con qué te encontraste al revisar esa mirada de ustedes como niños?

Natalia:  jugábamos mucho con la cámara y experimentábamos con las posibilidades del cine o la producción audiovisual, lo usábamos como un juguete. Después, a partir de las explosiones, lo usamos imitando a los periodistas que se acercaban por primera vez a una ciudad tan chiquita, venían desde Buenos Aires y otros lugares. Algunos conocían por primera vez Río Tercero. Ahí empezamos a imitar un poco el lenguaje periodístico para hacer preguntas y conocer qué había pasado.

Yo vi un cambio en la mirada de mi hermano y mía, o de mi familia, en esos archivos. Primero era un juego, después fue imitar el lenguaje periodístico. Con las segundas explosiones hubo otro cambio de mirada. Mi hermano empezó a filmar más cosas de manera sigilosa, esa parte en que espía a mis viejos durmiendo o a mi nona descompuesta, ya no juega tanto, sino que espía el mundo adulto desde un lugar un poco más serio. Ya no es tan divertido.

Es ahí cuando yo decido dejar de filmar. Con las segundas explosiones abandono la cámara. La recupero de grande, después. Pero ahí encontré un momento en que decidí dejar de filmar al mirar los archivos. Fue porque, en un punto, había una especie de desencanto de todo.

Volver a los años 90

Marisol: Eras muy pequeña y te tocó vivir una situación demasiado límite. Pero en esa época ya se notaba tu afición por las imágenes. Tu estudiaste finalmente Comunicación Social, pero ahí ya estaba el germen de la cineasta en que te convertiste. Para terminar, cuéntanos un poco de tu próximo proyecto. Sé que vuelves a los años 90 ¿Por qué esa fijación por los 90 y la situación del tráfico de armas a Croacia?

Natalia: Bueno, yo creo que estoy un poco formateada por los 90, una época súper contradictoria. Un momento en que hubo mucho consumo, al menos en Argentina, la clase media accedía a ciertos consumos culturales, consumo de electrodomésticos, simultáneamente se vivieron despidos, vaciamiento del Estado. Era muy contrastante la farándula y el consumo con las violencias económicas que se vivieron ahí también.

Creo que mi modo de pensar, y el de mi generación, está muy marcado por esa década. Entender lo que pasó en ese momento histórico es entender nuestra forma de pensar actual. Me parece que, de hecho, no quiero hacer un análisis político, pero el kichnerismo también tiene algo del acceso al consumo, es algo que no queremos soltar como clase media, o como ascenso social, con todas las diferencias que hay entre el kirchnerismo y el menemismo. Pero ahí algo de eso también.

Y bueno, también quiero en este proyecto profundizar un poco el tema de la Guerra de los Balcanes y el tema del tráfico de armas que se hizo durante el menemismo a Croacia. Siento un poco de responsabilidad como argentina por eso que pasó. Por lo menos de conocer hacia dónde iban esas balas que se producían tan cerquita de mi casa. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó en esa gran guerra que parece tan compleja? Involucró a serbios, bosnios, musulmanes, croatas, montenegrinos, montenegrinas. Es un poco conocer cuál fue el destino de esos proyectiles que se producían ahí.

Después creo que me tocaría seguir con la Guerra del Cenepa, entre Perú y Ecuador. Pero bueno, comencé con esto porque tengo la colaboración de un director descendiente de bosnios que me está ayudando, y también una familia que me cedió material de archivo cuyo padre viajó como Casco azul, un argentino-boliviano que viajó el ’95 en misiones de paz a Croacia mientras subterráneamente se hacía el tráfico de armas.

Marisol: En este proyecto, que ojalá salga pronto (sé que las películas demoran), ¿la variable familiar no estaría incorporada? ¿O sí?

Natalia: No en mi familia. Sí, posiblemente, hable de esta familia argentino-boliviana, su momento, lo que les pasó en los 90 ahí. Los quiero visitar ahora, viven en Gregorio de Laferrere en la provincia de Buenos Aires, en el conurbano bonaerense. Tengo una cita ahí. Depende un poco de la emergencia sanitaria, de la situación de la pandemia, cuando pueda viajar allá.

Marisol:  Bueno, Natalia, te agradezco muchísimo esta conversación, todo el trabajo de 25 años de búsqueda de materiales. Realmente es una película que impresiona visualmente y, además, emocionalmente.

Gayaralde: Gracias a todas las personas que vieron la película en Frontera Sur.-

 

 
Como citar:
Aguila, M. (2022). Natalia Garayalde y sus Esquirlas, laFuga, 26. [Fecha de consulta: 2024-10-05] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/natalia-garayalde-y-sus-esquirlas/1116