Stan Brakhage (1933-2003) figura icónica del cine experimental estadounidense, es considerado por el mismísimo Jonas Mekas como uno de los artistas de cine más originales de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo pasado. Su vasto repertorio cinematográfico, más de 350 películas realizadas desde los años 50’, se despliega en disímiles representaciones cromáticas, cuyos formatos técnicos de intervención, proporcionan una exploración poética del material en la propia imagen.
Brakhage no solo amplió el campo de percepción visual de la película, sino también, dio forma a un registro narrativo poco examinado, y que escribe a la par de su dinámica producción fílmica. Gracias a Marilyn Brakhage, su esposa, ediciones Bastante y la traducción de Juan Esteban Plaza, hoy es posible conocer cinco de sus ensayos dictados en el curso de Historia del Cine y Estética en la School of the Art Institute de Chicago (1969-1981), y cuya selección, es parte del libro Films Biographies, publicado en 1977. Cada uno de estos ensayos está dedicado a construir una biografía alternativa a los denominados pioneros del arte cinematográfico, Georges Méliès, Jean vigo, Sergei Eisenstein, Fritz Lang y Dr. Caligari.
Para introducirnos a los inicios de la imagen movimiento, Brakhage nos ofrece una ficción biográfica sobre el mago e ilusionista George Méliès, Entre presencias demoniacas, arquetipos de héroe y la imposible femme fatale, se construyen las primeras páginas sobre la distópica infancia del joven Méliès. Su decisión de convertirse en mago no tendría otro fundamento que poder dominar precisamente la magia de la duplicidad, una duplicidad que lo absorbe, y lo aqueja, bajo el diálogo permanente de conflictos demonológicos que lo confrontan a la espera de una salvación posible. Los fragmentos se abren camino a los vestigios del espectáculo, la fama y la fortuna alcanzadas por George, inútil para sus desesperados propósitos e ineptas para sobornar a sus demonios. Según Brakhage, en esta primera etapa de su vida, “Fracasaría tan miserablemente como era posible, en cuanto nunca había vuelto a acercarse a la oscura planicie de su desmembramiento y, en cambio, para soportarlo, había montado una farsa, una distracción que se repetía noche tras noche con un éxito burlón, delante de los aullidos, y aplausos incesantes de una audiencia de cabezas y manos horribles flotando en el foso negro más allá del espacio iluminado de su vergüenza” p.26 La novela histórica que plantea Brakhage, decanta ante las implicancias y develamientos que sugiere el descubrimiento de la máquina para el viejo Méliès, el artefacto como un medio de trasformaciones infinitas no solo significaría el primer ensamble en la historia de las imágenes en movimiento, sino también, la redención de su propio ser.
Bajo las sombras de la bohemia del incipiente siglo XX nace Jean Vigo (1905), presentado por Brakhage como el ‘nono’, nombre del héroe de un cuento de hadas escrito por Jean Grave. Un juego genealógico de nombres da inicio a la biografía del cineasta francés, seguida por una detallada descripción de los espacios sombríos, que entre imágenes, olores y texturas dan vida a su infancia. Su padre, el anarquista Miguel Almereyda Vigo, irá configurando mediante sus radicales acciones, una apología de su propia producción cinematográfica. Brakhage, siendo mucho más sarcástico y apelativo que en su conferencia anterior, señala que “Se podría hacer una receta para artistas en formación a partir de los eventos de la infancia de Jean: encontrarse a sí mismo en un nombre imaginario, la contradicción de sí mismo, la confusión de los mundos en los que no pueda dar más que un paso ficticio; son las condiciones de la infancia del artista” p.53 empero, su escritura no da lugar al análisis de cada una de estas posibilidades, sino que, al mismo tiempo, las somete a una nueva estrategia de comparación y porque no, a una nueva receta específica de obsesión con el padre, que es mucho más sugerente y psicoanalítica que la primera, dado el ritual implícito en toda obsesión paterna. Finalmente, Brakhage, se dispondrá a analizar la estética cinematográfica de Vigo, cuyas relaciones afectivas y de producción, serían un fiel reflejo de sus esfuerzos por recrear su vida como un documento análogo entre fantasía y realismo.
La obra de Sergei Eisenstein es introducida por Brakhage de manera prematura, el análisis e interpretación de su filmografía, se articula mientras intenta establecer vínculos con el momento en que el joven Sergei observa detenidamente un libro de ilustraciones. Su presunción estaría condicionada por “alguna espectralidad prenatal semejante, un eventual nudo de pensamiento en mí mismo, una cadena de eventos del todo diferente de las que imaginé para Sergei. Al hojear las páginas de un libro, una imagen reemplazaba otra imagen, revelando un milagro de imágenes cambiantes que hizo liberar un espasmo eléctrico en su espinazo de niño” p.68 Esta premisa abre un campo de análisis mucho más personal y sensible que las reflexiones abordadas en las conferencias preliminares, el tono poético de Brakhage parece indagar no solo en las formas cinematográficas de Sergei sino también, y de manera proyectiva, en una divagación de sus propias lógicas de producción. Cada fragmento dedicado al soviético, cada expresión de Brakhage, se va articulando como un cultivo visual de imágenes ilustradas, una infinita búsqueda de posibilidades de ser movimientos yuxtapuestos dentro del texto. Tal vez un homenaje a la teoría del montaje fílmico se esboza en la superficie del relato, una acumulación de fast- cuting literario que reafirma constantemente la estética libresca del propio Sergei.
Sobre la vida del Joven Fritz Lang, Brakhage plantea una hipótesis que parece indispensable para los primeros fragmentos. Tanto su relación arquitectónica con el padre, como los problemas en torno al prejuicio de su madre por ser judía, dan como resultado, un diagrama especulativo de influencias directas sobre su propia idea de artista plástico. Si bien, una de las estrategias discursivas de Brakhage se concentran en la figura de los padres como motor estético originario, el tema particular de esta biografía, es que Lang basó cada uno de sus actos creativos en fantasías de infancia y adolescencia, intentando forjar una religión a partir de ellas. “Si él hubiera invocado el ‘simbolismo clásico’ freudiano o los ‘arquetipos’ patrocinados por Jung, el objetivo de este ensayo sería muy simple. Miles de años de estética occidental habrían formalizado sus conclusiones sobre el arte, y él sería, de hecho, un artista mucho más reconocido de lo que es” p.109 Brakhage da inicio, de manera desgarradora a la filmografía premilitar del joven Lang, producción que parece incomodar al autor directamente por la saturación de aquel sensacionalismo barato al que se encontraba enraizado. Seis films, rescata Brakhage, como producciones que influenciaron a todas las películas de fantasmas, gánster, monstruos, ciencia ficción, western, policiales y psicodramas que vinieron después. Un catecismo visual en seis partes, donde Lang, en tanto artista, asume un significado estético excepcional como guionista, no así, en el tipo de historias que estéticamente para el propio Brakhage, carecen de obsesión y de estilo narrativo.
El último ensayo que comprende este volumen, está dedicado a una mitológica criatura cinematográfica. Brakhage construye anticipadamente una estructura sonora, de múltiples significaciones y cultos, para preguntarse ¿Quién concibió este sonido ‘Caligari’ en su sentido contemporáneo? La historia se va articulando en la medida en que los contextos de diferentes personajes, se van aproximando a esta premisa, la representación de un sujeto llamado Oficial Caligari. Cineastas como Robert Wiene, Viking Eggeling, Hans Richter, James Sibley Watson y Melville Webber, prescinden de pequeños extractos que dan origen a una biografía simultánea y fragmentaria, en torno a un registro fílmico colectivo que Brakhage va anudando, como una sola historia de personajes caricaturescos asociados por el medio cinematográfico y las relaciones amorosas.
La expresividad y lirismo con que Brakhage asume la escritura en sus ensayos biográficos, no estaría lejos de los elementos primigenios que componen su producción cinematográfica. Los estudios en torno a la infancia, la adolescencia, la sexualidad y toda una clase de simbolismos freudianos, dan forma a una constelación de vivencias fisiológicas, que permite ahondar en el territorio estético de cada uno de sus protagonistas. Los mundos posibles que Brakhage formula parecen novelas épicas de héroes redimidos ante una mezcla única de fantasmagoría y perversidad literaria. Una búsqueda sensible del rastro simbólico que dejan entrever aquellas figuras míticas, fundada en la visualidad de la imagen, un ajuste estético que se aleja y resulta extraño al lenguaje, revelándose como un universo posible, intuitivo y lumínico de la propia escritura.
Zurita, L. (2020). Stan Brakhage: El asedio de las imágenes, laFuga, 23. [Fecha de consulta: 2024-10-09] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/stan-brakhage-el-asedio-de-las-imagenes/973