Una cinefilia a contracorriente

La Nouvelle Vague y el gusto por el cine americano

Por Carolina Urrutia N.

Biografía +

Carolina Urrutia Neno es académica e investigadora. Profesor asistente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile. Doctora en Filosofía, mención en Estética y Magíster en Teoría e Historia del Arte, de la Universidad de Chile. Es directora de la revista de cine en línea laFuga.cl, autora del libro Un Cine Centrífugo: Ficciones Chilenas 2005 y 2010, y directora de la plataforma web de investigación Ficción y Política en el Cine Chileno (campocontracampo.cl). Ha sido profesora de cursos de historia y teoría del cine en la Universidad de Chile y la Universidad Adolfo Ibáñez y autora de numerosos artículos en libros y revistas.


 
 

Los Cahiers du Cinema expresan en sus páginas una de las más poderosas cinefilias: teóricos y cineastas discutiendo sobre cine, prolongando filmes a través de una escritura crítica, teorizando y refiriéndose a los aspectos más técnicos del cine tal vez por primera vez en una publicación especializada. De esas páginas surge la “política del autor” y la importancia de la “puesta en escena”, conceptos que surgen casi al principio, junto al nacimiento mismo de la publicación, y de la mano de Bazin y el grupo de críticos que pronto se convirtieron en realizadores: Godard, Truffaut, Rohmer, etc.

Una cinefilia a contracorriente es una selección de artículos de los Cahiers desde 1951 hasta el año 2001. Un regalo en tanto por primera vez tenemos acceso a estos textos en español, y una compilación que no se queda con los primeros momentos de la revista, tal vez los más conocidos, sino que incluye textos de y sobre autores contemporáneos: escriben en estas páginas Olivier Assayas y Clair Denis, además de teóricos como Daney, Labarthe y Domarchi.

El libro se divide en dos partes, además de un prólogo bastante esclarecedor titulado “Una cuestión de fe”, que nos va situando en los cambios de la revista a los largo de 50 años. Carlos Losilla el autor del prólogo, hace manifiestas pequeñas rencillas, en relación al concepto de “autor”, o en torno al canon del cine. El prólogo cumple con la función de ubicarnos en la “coherencia del relato urdido por los cahieristas”, en contraposición, por ejemplo, a aquella historia del cine que propone Sadoul o los historiadores más tradicionales.

La primera parte de Una cinefilia… está dedicada a la Nouvelle Vague y contiene críticas a varias de las películas que hicieron famoso ese período. Rivette escribe sobre Los Cuatrocientos Golpes (1959); Rohmer, Godard, Domarchi, entre otros, participan en una mesa redonda sobre Hiroshima, mon amour (1959). Hay un hermoso texto sobre Godard, de Luc Moullet, refiriéndose no sólo a la dialéctica del cineasta y el crítico, sino a su obra cinematográfica naciente con un análisis de Sin aliento, probablemente una de las primeras lecturas de la película (el texto se publicó en 1960) que la compara con otras obras de la Nueva Ola del mismo período: ´Godard se interesa por algo concreto, mientras que el recuerdo, el olvido, la memoria, el tiempo, son cosas que no son concretas, que no existen y que, como el didactismo cristiano, o el comunismo, no son cosas lo suficientemente serias como para ser tratadas por ese lenguaje profundo que es el de la pantalla´, dice Moullet contraponiendo Sin aliento o en el cortometraje Charlotte et son Jules, a la obra de Resnais.

Tanto el libro en general, como muchos artículos en particular, van armando mapas, suertes de árboles genealógicos que contienen referentes e influencias, que unen cineastas de distintos orígenes formando cartografías que no son del todo lógicas, pues parten de la base de ideologías, teorías, técnicas y efectos cuyos encadenamientos son difíciles de entender si no se conocen todos los referentes enunciados. Acá se habla del cine no tanto de una manera impresionista, en tanto percepciones del crítico como espectador, sino más bien desde su factura: la profundidad de campo, el fuera de campo, los planos secuencias, y no sólo desde la voz de quienes hacían cine, sino –y quizá incluso con más fuerza- desde teóricos como Bazin y Daney. Los textos de Cahiers toman (dan) conciencia (significado) de la manera como se consiguen ciertos efectos, que luego se traducen en emociones, sensaciones. Como dice Labarthe a partir de los textos de Bazin: “podía entrar en el interior del secreto de fabricación y creación de las películas y ocupaba su propio lugar en esa relación entre la realización y el sentido que podría construirse por sí mismo en cuanto espectador”.

La segunda parte del libro está dedicada al cine norteamericano, y el gusto de los Cahiers por el cine hecho en estudio. Hay dos grandes momentos: el primero, en los primeros años de la revista, donde a Hawks y a Hitchcock les dedican números completos, y luego una segunda etapa, ya en los ‘90s, donde se aprecia y alaba el cine de Burton, de Tarantino, de Lynch, de Jarmush, entre otros. Se defiende a estas personalidades que van forjando cierta autoría dentro de la máquina de Hollywood. Análisis y lecturas van resituando y reinterpretando las películas norteamericanas, lecturas más o menos políticas o ideológicas, dependiendo de la mano del autor del texto. Ensayos muchas veces, que manifiestan un fuerte amor/odio hacia el cine estadounidense: De esta etapa (en realidad de ambas, sólo que en la segunda se hace más evidente) los compiladores hacen una selección, sin un orden necesariamente cronológico, pero sí respondiendo a los ejes temáticos que van graficando los diferentes momentos de la revista.

Destaco de esta segunda parte un texto de Serge Daney y Pascal Bonitzer sobre Apocalypse Now (1979), dividido en cuatro remontadas a través del río. Un excelente análisis sobre la guerra: la guerra y el cine, un paralelo sobre las armas (aquellas para matar y aquellas para filmar). Finalmente un lúcido ensayo sobre lo qué es ser americano (´Esa increíble psicosis de paz americana que ese pueblo ha incluido hasta en sus guerras: las drogas, el ácido, el rock, el cine mismo, todos los opios posible y reales para terminar por no saber qué hacían allí. Ahí está la profundidad de la película (…) una película sobre Vietnam, pero más que nada sobre la psicosis americana, en el peor y mejor sentido del término…´)

Una cinefilia a contracorriente, no habla sólo de las películas que queremos ver o de las películas que queremos hacer. Habla más bien, y sobre todo, desde el tipo de texto que queremos leer, una crítica que nace de una cinefilia pura, culta, informada; una escritura que se sostiene en el placer de la escritura misma y por lo tanto, su lectura resulta tan placentera como la experiencia cinematográfica. Finalmente, porqué no, nos sitúa en aquel tipo de crítica que queremos escribir.

 

 
Como citar:
Urrutia, C. (2005). Una cinefilia a contracorriente , laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-04-19] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/una-cinefilia-a-contracorriente/243