La publicación de Memorias 1873-1964 de Alice Guy por la editorial chilena Banda Propia es todo un evento. He escuchado como muchas personas luego de leer el libro– e incluso también de ver el documental dedicado a la vida de esta cineasta Be natural. The Untold Story Of Alice Guy-Blaché (Pamela B. Green, 2019) estrenado en Chile en el Festival de cine de mujeres (Femcine) en el 2020 y en salas en Diciembre del 2021- comentan “¡¿cómo es que no sabía de ella?!”, añadiendo incluso “¿acaso me han mentido todo este tiempo?”. Y es que no pueden creer que nunca habían escuchado hablar de una de las figuras más relevantes de la historia del cine. Alice Guy es la primera persona en pensar al cine como un dispositivo para contar historias -dirigió la primera película de ficción en 1896-, fue la primera mujer a cargo de un estudio cinematográfico y la única cineasta mujer conocida hasta 1906. Entonces ¿cómo puede ser que no se la mencione en la historia del cine? La pregunta parece ser la misma que Linda Nochlin se hizo cincuenta años atrás en su famoso artículo “¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?” y a partir del cual podemos inferir que no se trata de un asunto de habilidades o subjetividades propiamente femeninas sino más bien de un aparataje institucional que veta, limita, invisibiliza la participación de las mujeres. Mecanismos que se activan a la hora de construir relatos sobre el pasado, en este caso la historia del cine, y más aún del cine silente el cual de por sí está cargado de vacíos, omisiones, desapariciones -al menos el 70% de las producciones del período están perdidas, tal como se menciona en el inspirador prólogo del libro a cargo de la cineasta chilena Tiziana Panizza-. La inclusión de Guy en el relato de la historia del cine debe enfrentarse entonces a ambas problemáticas: la dificultad de contar con documentos y obras del período y los dispositivos heteronormados que pasan por alto la participación de mujeres de manera más o menos consciente, en el caso de Guy incluso se atribuye muchas de sus producciones a colegas (su asistente o su marido), el arconte patriarcal plenamente activo.
Pero decimos que esta publicación es todo un evento no únicamente porque con sus memorias se viene a dar “luz” sobre una mujer que cumplió un rol fundamental en los inicios del cine, sino porque también irrumpe sobre la historiografía tradicional, ampliando nuestros modos de relatar y pensar al cine -y así también en los modos en los que lo miramos-. En primer lugar porque se trata de un libro de memorias en donde las vivencias en primera persona nos permiten sumergirnos en la cotidianidad con la que se sucedieron los primeros años del cine. El relato de Guy es el de una testigo -que observa y desarrolla en ese proceso una particular mirada- que se vuelve protagonista. Desde las primeras hojas de sus memorias podemos leer cómo se construye la mirada de esta cineasta, sus ojos de niña observando-imaginando-ficcionando criaturas en el océano Pacífico en su viaje a Valparaíso donde pasa algunos pocos años de su infancia, su trabajo como secretaría de Gaumont donde asiste a las primeras proyecciones de Lumière, la realización de sus primeras películas, sus viajes y encuentros con culturas diversas, la instalación de uno de los primeros estudios de cine en Estados Unidos…., su vida es la de los inicios del cine. Sin perder esa mirada que forja desde niña, curiosa, genuina, imaginativa, la cineasta afronta los más diversos desafíos, y ello lo hará de manera natural, flexible pero también resolutiva, sobre todo cuando se trata de hacer cine. A través de sus anécdotas es posible leer cómo el cine se construyó a través de ensayos, prácticas, que en algunos casos se consolidarán en modos de producción cinematográficas dominantes. Es muy destacable que el tono que utiliza no es el de las grandes anécdotas, sino que, carente de cualquier grandilocuencia, habla sobre sus logros y fallas, sus experimentos con el cine y con la industria. Tampoco se presenta como el único y gran personaje principal, incluso a lo largo de sus escritos continuamente menciona con nombre completo a las personas que conoció, que la ayudaron, la inspiraron, así como también a su equipo de trabajo. Estos modos de relatar escapan a cualquier intento por querer posicionarse como un actor extraordinario, genio o como única protagonista de los inicios del cine; refiere a otras formas de las que se puede hablar del pasado: relatos íntimos pero colectivos, reflexivos pero abiertos a los experimentos, miradas curiosas que contagian e invitan.
La publicación Memorias 1873-1964 de Alice Guy es un verdadero acontecimiento porque también redefine la palabra acontecimiento, ya no el producto de un genio excepcional, tampoco de situaciones extraordinarias, si no el trabajo atento, apasionado, intimo y colectivo que surge cuando se hace cine.
Lattanzi, L. (2022). Alice Guy.Memorias 1873-1968, laFuga, 26. [Fecha de consulta: 2024-12-09] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/alice-guymemorias-1873-1968/1088