Si hasta hace un tiempo, se nos había contado la historia institucional –y testimonial– del Cine Experimental de la Universidad de Chile, y los filmes de este Centro habían sido observados crítica y operativamente desde la panorámica de los cines universitarios chilenos 1, a la fecha, al menos tres proyectos, ya concretados o en construcción, han vuelto a esta historia: www.cinetecavirtual.cl da libre acceso al público a gran parte de este acerbo fílmico; Isabel Mardones y Mónica Villarroel relatan el itinerario del exilio forzoso y retorno de estos y otros materiales chilenos 2 y Tiziana Panizza monta en bilingüe, una de las múltiples historias que se gestó en el marco de este centro audiovisual. O mejor, una y muchas historias: la de una visita formativa extendida por el entonces senador Salvador Allende y por el Cine Experimental al holandés Joris Ivens; la de las visitas que luego Ivens se inventa para volver; la de los jóvenes aprendices Sergio Bravo, Pedro Chaskel, Joaquín Olalla, Miguel Littin, Héctor Ríos, entre otros. También, está el relato de la filmación del documental …A Valparaíso (1963); la historia de El pequeño circo (1963) un cortometraje que se bifurca de …A Valparaíso y que solo se encuentra en Europa; o la de un tren que llevó por Chile los estandartes socialistas del entonces candidato Salvador Allende en El tren de la victoria (1964).
El libro, como narración del itinerario de Ivens por uno de los 14 países en que filmó, recoge los vestigios de un viajero, y ensambla bitácoras, fotografías, telegramas, apuntes crípticos, fotogramas, todas piezas de un archivo disperso. De esta forma la historia se va reconstruyendo visualmente con papeles que solo la conciencia patrimonial –más algo de nostalgia y de idolatría al maestro– valorizan. Se muestran por tanto papeles que ilustran los datos empíricos de las idas y venidas, mientras en paralelo, se desentraña el por qué de lo poético, el por qué de lo crítico, el por qué de lo indisoluble de lo poético-crítico del cine que Ivens realiza en Chile. En este terreno, Joris Ivens es observado desde su empatía ideológica y fílmica con comunistas soviéticos, españoles republicanos, cubanos revolucionarios, entre otros, y desde una estética que acoge la denuncia con imágenes. Pero, tomando distancia de ejercicios de denuncia que se habrían reforzado con la exposición del desagarro o con voces en off que gritan las cifras del subdesarrollo, Ivens –tal vez por venir de vuelta de Cuba, España, Unión Soviética, tal vez simplemente por «venir de vuelta»– propone otra cosa, otra ruta, y el libro la persigue.
Si lo que se venía contando en Joris Ivens en Chile eran las necesarias historias que enmarcaron la venida del llamado «Holandés Errante» (Guerra Fría, Nuevo Cines) y las que surgiendo acá (…A Valparaíso, El pequeño circo, El tren de la victoria) lo que sigue es una pausa al relato. Una muestra clasificada de críticas a …A Valparaíso que expone sentencias célebres como la de Aldo Francia: “Y algunos afirman en forma rotunda: En los ascensores no suben bicicletas. Y otros, como grandes conocedores, responden: En los lenocinios no se juega naipes. Cierto. Hay detalles falseados. Pero, ¿Falsean en algo a la realidad del filme?”
Tampoco los pingüinos son animales para pasear, pero Ivens escenifica a uno como mascota, bajo una licencia autoral que recuerda al inesperado huevo que Pedro lanza a la cámara en Los olvidados (1950) de Buñuel. Licencia vanguardista, acto que desenfoca, y que en el análisis de …A Valparaíso propuesto por Tiziana Panizza es considerado como “un punto de inflexión surrealista para dejar caer una crítica social”. El libro ha llegado a la película, y la desmenuza críticamente desde distintas aristas o subgéneros documentales que se mixturan entre sí: sinfonía de ciudad, travelogue, ensayo fílmico. De esta forma, se exponen los antecedentes fílmicos de estos subgéneros y sus respectivas obsesiones por la urbanidad, los viajes y las ideas, además de señalarse cómo estos convergen bajo el sello de lo experimental, de lo poético, de lo crítico.
Valparaíso es para Ivens, y así lo va contando el libro, un caleidoscopio, un gran plano que contiene muchas escenas simultáneas, un plano Brueguel, “Valparaíso”, dijo Ivens, “Me recuerda a los tableaux de Brueguel. Entonces dejemos que Brueguel suceda en la película, en Valparaíso”. Estos planos suceden y del mismo modo como captan la fotogenia de Valparaíso, capturan sus altibajos espaciales y sociales, el arriba, el abajo, y los ascensores que los conectan.
Sin duda, el libro desentraña esta composición audiovisual invaluable, desde sus coordenadas estéticas fílmicas y desde la poesía que aportan el texto y la voz de Chris Marker. Las distintas aristas que puede tener una investigación quedan aquí resueltas, y es casi increíble que todo haya surgido de una cita escrita con la rapidez que necesitan las historias generales: “El paso de Joris Ivens por Chile no ha sido todavía suficientemente evaluado” señaló Jacqueline Mouesca en Plano Secuencia de la Memoria de Chile: veinticinco años de cine chileno (1960-1985). Esta investigación va más allá y lo evalúa suficiente, eficaz, política y estéticamente, dejando por escrito un capítulo tan necesario como bello.
Luego de leer este libro-capítulo, me pregunto cuántos capítulos quedan.
Notas
1 Historia del Cine Experimental en la Universidad de Chile 1957-1973 de Claudio Salinas y Hans Stange (Santiago: Uqbar, 2008) y Teorías del cine documental chileno 1957-1973 de Pablo Corro, Carolina Larraín, Maite Alberdi y Camila Van Diest. (Santiago, Colección Aisthesis, 2007), respectivamente.
2 Señales contra el olvido. Cine chileno recobrado (Santiago: Cuarto Propio, 2012)
Vergara, X. (2012). Joris Ivens en Chile, laFuga, 14. [Fecha de consulta: 2024-11-10] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/joris-ivens-en-chile/585