Lo que podría haber sido una anécdota en la vida de un grupo de obreros escoceses, se convierte en una historia de solidaridad, compromiso y convicción política en el contexto de la repercusión de la dictadura chilena en el extranjero. Bob Fulton, Robert Somerville, Jhon Keenan y Stuart Barrie son los protagonistas de Nae Pasaran, que en los años 70, siendo mecánicos de mantenimiento de la Rolls Royce, se negaron a reparar los motores de los aviones Hawker Hunter provenientes de Chile.
Como comenta el director, Felipe Bustos Sierra 1 https://www.youtube.com/watch?v=ttxlW7rDyzM , su interés por esta historia comenzó por curiosidad frente al rumor que escuchó desde niño como hijo de padres exiliados en Bélgica. En las acciones de solidaridad en contra del golpe de estado chileno se escuchaba acerca del boicot llevado a cabo por los obreros escoses. Esto, sumado al impacto que las imágenes del bombardeo a La Moneda provocaron en él, desarrollaron un interés particular en conocer quiénes y cómo se había llevado a cabo esta acción en las dependencias de la Rolls Royce ubicada en East Kilbride, a 30 minutos de Glasgow, Escocia. Allí, durante cuatro años, los motores estuvieron retenidos creando el popular mito que motivó un largo proceso de investigación.
En 2013 el director conoce a los protagonistas, y el testimonio en primera persona sobre el boicot da origen a un cortometraje estrenado en 2015, pero a través del proceso de investigación documental la historia se vuelve cada vez más atractiva para la realización de un largometraje, que finalmente se estrena en Chile en 2019.
A través de es ta película es posible acercarnos a personajes y testimonios muy diversos y disímiles entre sí. Es la primera vez que vemos en pantalla grande el testimonio de Fernando Rojas Vender, por ejemplo, Ex Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, quien se creía fue piloto de uno de los aviones que bombardeó La Moneda. En contraposición, testimonios como los de Arturo Jirón, Ex Ministro de Salud durante el gobierno de Salvador Allende; o el de Humberto Arenas, uno de los miembros de la Fuerza Aérea que se negó a participar del golpe y fue condenado a pena de muerte por alta traición la patria, quien luego asegura haber sido beneficiado por la acción de los obreros en Escocia. Estos testimonios van construyendo el relato que contextualiza el boicot, sus repercusiones e importancia al interior del país, e incluso al interior de la Fuerza Aérea.
Al inicio del documental, los obreros son representados como un grupo de colegas con historias en común, que consideran el boicot como una anécdota que refleja los valores republicanos y el aprecio y respeto de la sociedad escocesa hacia el orden democrático. Pero en la medida que se desarrolla la película, los personajes principales van articulando un discurso que destaca el valor de la organización sindical, y por supuesto, su comparación con el presente. Bob Fulton, declara que para él significaba un gran conflicto sentir que con su trabajo podría apoyar las atrocidades que se estaban cometiendo en Chile, como los bombardeos a las poblaciones. Por lo que de inmediato se opuso a realizar su trabajo, lo que luego se formalizó como una acción articulada a través del sindicato. Este discurso, inicialmente reactivo en rechazo a una dictadura, se fue llenando de una idea de solidaridad entre la clase trabajadora. Stuart Barrie dice “nosotros podríamos haber sido los torturados”, refiriéndose a su labor sindical y a la conciencia que tenían de saber que eran obreros organizados, entre otros actores, los que estaban siendo perseguidos en Chile. En este punto es casi inevitable pensar la dimensión internacionalista que inunda el relato, aunque ésta no sea abordada como tal por ningún personaje, sino más bien llenada por valores humanitarios.
Para ir construyendo la historia, el director recurre a acciones como enseñar videos de testimonios de un personaje a otro, o comentar frente a la cámara las declaraciones de un personaje mientras entrevista a otro, de esta manera logra capturar la opinión de Fernando Rojas acerca de Bob Fulton, generando una especie de diálogo entre protagonista y antagonista. Así también, va develando poco a poco el impacto que se cree tuvo el boicot en la vida de otros personajes, enseñando las declaraciones en video a los protagonistas. De esta manera, el film va llenándose de emoción, acompañado de una atmósfera sonora que genera ritmos entre la expectación y las lágrimas.
A través de recursos audiovisuales de diversa naturaleza como animaciones, imágenes de archivo, entrevistas y una voice over -que al inicio contextualiza la historia como si estuviésemos escuchando a un relator de noticias-, este relato construido principalmente por testimonios, se presenta como una estructura aristotélica dinámica, ágil y a ratos muy emotiva.
Finalmente, aunque no sea el cometido de esta reseña, es interesante preguntarse cómo se podría clasificar este documental. Si bien es cierto, el director se presenta como hijo de exiliados, no se trata de una historia de exilio, tampoco de un documental autobiográfico de segunda generación, en tanto que el argumento no se centra en estas experiencias, sino más bien aparecen como datos tangenciales. Por otro lado, es por lo menos curioso que los protagonistas de un documental de post-dictadura sean cuatro obreros escoses, lo que quizás sitúa la película tanto en el ámbito de memoria chilena como escocesa. Y esa solidaridad obrera que protagoniza el film en términos éticos, pero sin abordar de manera discursiva la perspectiva internacionalista que a muchos ojos podría ser evidente. Sin embargo, estas interrogantes o curiosidades que nos hacen reflexionar acerca de las propias categorías del documental chileno, también son una invitación muy atractiva para abrir, actualizar y continuar el diálogo crítico con el pasado y su relación con el presente.
Henríquez, V. (2020). Nae pasaran!, laFuga, 24. [Fecha de consulta: 2024-12-13] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/nae-pasaran/1024