¿Cómo era el cine que se veía cuando aún no existía la televisión, o incluso, no existía el cine como lo hemos llegado a conocer hoy en día? Sucesos recobrados. Filmografía del documental chileno temprano (1897–1932), escrito por Ximena Vergara, Antonia Krebs, y Marcelo Morales, responde a parte de esta pregunta, mediante una cuidada investigación de archivo y una gran sensibilidad estética. Este libro merece agruparse con la orgullosa tradición de “libros-objetos fundamentales” desarrollada por Itinerario del cine documental chileno: 1900-1990, de Alicia Vega (Santiago: Centro EAC, 2006) y Antofagasta de película: historia de los orígenes de un cine regional, de Adriana Zuanic, Eliana Jara y Hans Mülchi (Santiago: Gloca Films y Comunicaciones, 2008).
Libros que, tal y como lo hace Suceso recobrados, ofrecen también grandes herramientas para el investigador y los lectores cinéfilos. Por ejemplo, Sucesos recobrados, contiene una extensa filmografía, presentada en forma de fichas, que incluyen datos técnicos como lugar de filmación, estreno, sinopsis del contenido, notas de prensa transcritas y también en gráficas. Además, se puede buscar las películas en un índice cronológico o por índice onomástico y de temas. En mi opinión, un regalo a todo lector y un trabajo en peligro de extinción con la aparición de las funciones de búsqueda en libros digitales. Estas herramientas son sumamente importantes para la lectura fluida y el análisis de este trabajo, ya que esta investigación identificó y presenta 470 filmes.
El contexto de estudio de este libro es bastante extenso y por lo mismo la metodología fue acorde. Se diseñó revisar los principales periódicos y magazines para fechas seleccionadas rastreando registros de no ficción. Es muy interesante el apartado metodológico del libro, porque nos revela cuánto más aún nos falta por investigar. ¿Cuánto más podría aparecer de revisar el día a día de los periódicos o sumar las revistas especializadas? Este libro deja en evidencia que no hay períodos agotados -ya que los tres libros objetos fundamentales son de alrededor del mismo período- pero si es que nacen nuevas miradas, nuestra concepción del pasado amplía su foco.
También en relación a la metodología, todos estos libros toman la imagen (archivo prensa, fotografía, y cine) no solo como una fuente de la investigación, sino que, como una parte esencial de la exploración y difusión del cine silente y sus creadores, son así, también un medio de expresión para contar sobre este cine, que está próximo a cumplir 125 años. Sucesos recobrados devela interesantísimas fotos no solo de las películas mismas, sino de las y los creadores tras los registros, personas que, con el tiempo y las propias tradiciones de la época, suelen desparecer de la historiografía. Aquí los podemos ver. Además de este importante acto empático con aquellos lejanos creadores, aparece otro punto a destacar de esta investigación: el director, como figura fundamental del cine contemporáneo, no era tal entre 1897 y 1932. Aquí la decisión de no siempre incorporar nombre del director o directora de las obras, sino de en los casos correspondientes nombrar en vez las compañías productoras o del operador de cámara, sin llamarle director es un gran acierto. Hay un respeto profundo por las personas que trabajaron haciendo cine en el pasado, se visibilizan y además no se le imponen conceptos contemporáneos.
Como dicen los autores, “el documental temprano es un género móvil y de definición compleja” (p. v). Siguiendo a Tom Gunning, catalogan el inicio de este período más bien “cine de actualidades”. Pero durante ese tiempo, ¿se veía documental? André Gaudreault describe para la ficción a este período como “cinematografía de atracciones” una forma de cine que es más bien la conclusión del período victoriano de inventos y experimentaciones, que el cine como lo entendemos hoy. El cine de actualidades alude a lo mismo ¿Fue esta cinematografía de actualidades documental? Esta pregunta es sobre todo importante si es que nos preguntamos cómo era el público que veía estas películas. ¿Cuánto nos parecemos al público contemporáneo de ese cine? ¿Cuánto nos parecemos a quienes hoy tiene más de 95 años y alcanzaron a ver las últimas películas que se presentan en el libro? A diferencia de cómo se trató a los y las creadores, aquí sí se le impone una terminología contemporánea al objeto de estudio para lograr unificar esa amplia gama de cinematografías y cine de no-ficción.
Más allá del nombre, como señala la misma investigación, al reflexionar sobre el documental temprano puede identificarse una continuidad en la producción que difiere de los amplios períodos de nuestra historia sin producción de ficción (p.ii). Las vistas, cámaras viajeras o travel logs, las actualidades, los news reels -hermanos audiovisuales de los news papers- o diarios o noticiarios todos juntos revelan que contemplando toda la no-ficción, el número de nuevos elementos de la historia del cine que representa Chile recopilados en esta investigación, ascendería 970, sumando al número previo los 500 sumarios de los noticiarios semanales estrenados entre 1927 y 1931. ¡970 nuevos registros de no ficción! Esto nos habla de la escala de producción nacional, y lo común de los contenidos de no ficción en nuestras salas. A esto se suma el cine por encargo y la propaganda, incluso más, aparecen ejemplos de contrainformación, como La farsa del atentado del puente de Maipo (1931), encargada por el gobierno de Ibáñez del Campo. Los sospechosos del atentado frustrado fueron detenidos e incluso torturados. La obra que justificaría estas acciones, termina estrenándose tras el derrocamiento. De esta obra, se conservan breves fragmentos (p.283). Le recomiendo a les lectores muy particularmente las obras acerca de la caída de Ibáñez, y el fin del período estudiado en este libro. Una de ellas tiene por publicidad una frase que leía “filmada con peligro de muerte por los operadores de Pages Brothers.” (p.281) o la encontrada investigando el archivo Gaumount (p.289).
Otras obras de no ficción que ayudan a subrayar la enorme variedad de materiales procesados en este período son por ejemplo las publicidades al salitre y otros minerales extraídos de territorios nacionales, la propaganda como Chile, de 1928 (p.235), las obras sobre deportes, revistas militares, e informativos de los últimos avances de la ciencia. Muy interesante también es el travel log titulado Entre los araucanos (Among the Araucanians. One of a Series of Chester Travels), de 1920 realizada por Clarence Lyon Chester. Registro que puede verse en internet. O incluso los aspectos más noticiarios como la Inauguración del Palacio de Bellas Artes en 1910 y la cantidad de obras que quedaron registradas sobre las celebraciones del centenario de la independencia, que para el bicentenario quedó mayoritariamente registrado en forma de ficciones, una muestra del gran cambio en cien años. Otro ejemplo de esto es Paseo por el cerro Santa Lucia, de 1904, cuando la élite de Santiago se juntó en el cerro para ser registrados entrando al teatro que allí quedaba. El público siendo personajes, y la propio-representación del público del poco conocido teatro Paraíso.
Si pudiésemos ver las obras desaparecidas como esta última o Incendio teatro Esmeralda y colocación primera piedra, de 1926, producida por Andes Filmes y realizada por Gustavo Bussenius, La construcción del O´Higgins (1924) y La película del teatro O’Higgins, sin identificación de año ni casa productora, o Santiago y sus cines de 1919 producida por Giambastiani Films, incluso la Actualidades del teatro Splendid, del mismo año, podríamos identificar aun en más detalles cómo era ver cine en estos años y cómo era el cine de no ficción que se veía en el país. Esta investigación nos acerca a una gran revisión del período para que podamos leer el libro desde nuestros gustos e intereses.
Bossay, C. (2022). Sucesos recobrados, laFuga, 26. [Fecha de consulta: 2024-10-15] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/sucesos-recobrados/1090