Hambre de cine

Por Laura Lattanzi

Biografía +

Doctora en Filosofía con mención en estética y teoría de las artes, Universidad de Chile; Licenciada en Sociología, Universidad de Buenos Aires. Académica Departamento Teoría de las Artes, Universidad de Chile. Investigadora Posdoctoral en Proyecto ANID PIA-SOC180005 "Tecnologías Políticas de la Memoria"


Autor: VV.AA. Año: 2014 País: Chile Editorial: Ediciones del Instituto de Arte Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

 
 

La segunda publicación del Seminario Central de Investigación del Instituto de Arte de la Pontificia Universidad Católica da Valparaíso reúne una serie de ponencias, conversaciones y hasta montajes, alrededor del tema elegido para el año 2009: Hambre de Cine.

Avido título que permite escribir desde la pasión personal de cada uno de los autores que forman parte de esta compilación, quienes toman como máxima “el nivel sensual y epidérmico” que esta aventura implica.

Ahora bien, en primer lugar es interesante destacar que aquí no nos encontramos con un libro de cinéfilos, ni de cinefilia; sino que el hambre de cine es aquí evocado -a partir de la propuesta de Pablo Oyarzún (en su capítulo y conversaciones)- como un trabajo arqueológico, una necesidad primitiva y humana, una exhumación cuyo procedimiento refiere a una arqueología de la afección.

Arqueología que hará navegar a los autores por diversos territorios en los que su nervio central como hombres -hambrientos- se ha visto afectado.

Rodrigo Zuñiga, nos propone un ensayo que brinde una mayor interrogación académica a la obra cinematográfica de Debord desde las recientes transformaciones en la economía política de la imagen.

Francisco Cruz navega por el hambre de Herzog, por su ojo hambriento, ávido de observar en la naturaleza una fuente inagotable de imágenes bellas, asombrosas, a la vez que feroces y primitivas, que desafían y desbordan al sujeto, protagonista en sus films. La afección surge aquí a partir de “la confusión y transgresión del limite que marca la distancia entre lo humano y lo animal”, y se desenvuelve como una fascinación por la fuerza de lo natural que transforma el deseo de los hombres en un exceso. El ojo de Herzog se detiene en la observación de ese escurrir del deseo entre los dedos de sus protagonistas, que los deja sin objeto definido.

Macarena García da cuenta de aquellos relatos -e imágenes- de reminiscencias y fantasías, que hacen a la construcción de personajes en los films de Woddy Allen. Así la afección tiende a estar vinculado con un procedimiento visual en donde el espectador se cuela a observar con fascinación, escondido en una esquina oscura, o tras la rendija, los procedimientos de constitución psíquica de los sujetos. Logrando con esa observación deslindarse de todo limite entre lo real y la fantasía.

Cristian Miranda advierte sobre los cambios en el genero del melodrama, a partir de cierto reciclaje, exacerbación de los estilemas (narrativos o visuales) de este genero en el cine contemporáneo. Exacerbación que implicaría a su vez una desfragmentación de la unidad de la acción, por un tiempo-acción menos previsible, donde se cuele también lo que Rancière denomina la tragedia en suspenso.

Finalmente a Federico Galende el hambre de cine le suscitó un film que le había dejado cierta impresión difusa en su infancia, y que hoy le irrumpe: Perros de Paja, de Sam Peckhinpah. La afección aquí surge a partir de la particular visión del director sobre la violencia humana, que alejada de las visiones psicologisistas, irrumpe como chispa que se enciende por saturación: “La sobrecarga episódica se las arregla para transmitir al espectador que hay una pieza que falta, una mínima chispa que incendie la totalidad de esa estructura sutilmente aplanada en su superficie. Y la chispa se enciende”.

Finalmente las conversaciones que algunos de estos artículos generaron entre los participantes del Seminario, también nos hablan de sujetos con hambres de dialogar de cine. Hambre que escapa cualquier inscripción académica y nos sitúa en un territorio común. Como son esas conversaciones entre amigos en las que empezamos a “tirar” nombres de films, de directores, tratando de enlazarlos caprichosamente dentro de un marco cronológico o de acontecimientos culturales. O como cuando tratamos de reconstruir una escena de un film sacándolo de contexto, pero creyendo ver ahí un elemento autónomo, disparador de un asunto otro.

Este último procedimiento es también el que nos proponen los guiones-montaje de Pablo Oyarzún. Montajes que funcionan como la imagen-afección de la que hablada Deleuze, ese primer plano que se abstrae de todas las coordenadas espacio-temporales, y se eleva al estado de Entidad. Entidad que en este libro nos invita a diversas hambres: de afecciones que remiten a construcción de recuerdos individuales, únicos; a desconocer los los límites entre lo real y la fantasía, entre lo animal y lo humano, que desatan la gran chispa de la violencia prehistórica, que tensionan las relaciones entre imagen y relato.

 

 
Como citar:
Lattanzi, L. (2014). Hambre de cine, laFuga, 16. [Fecha de consulta: 2024-04-20] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/hambre-de-cine/709