Si es cierto que la incorporación de una película dentro de un gran arco programático es un ejercicio más recomendable para críticos que para realizadores (el cine programático ha engendrado maravillas pero normalmente engendra monstruos) y que posiblemente las constantes de un trabajo creativo (como el que concibió Raíz) debieran permanecer en un punto ciego del inconsciente (mientras temas y estudios varían) para dar paso a la sensación, ilusoria pero necesaria, de indeterminación y de nuevo comienzo; una primera película, como Raíz, se presta para ver una anticipación de las obras futuras de sus realizadores, esto es, de una cierta inserción en el cine chileno. En todo caso, ¿es posible tal inserción? Una vez Serge Daney, en un arrebato de galicidad, dijo que en África negra hay películas pero no hay cine. Quiso decir que no hay una historia del cine africano (como sí las hay en Europa, en Rusia, en Estados Unidos, en Japón). ¿Qué suerte corre, en este sentido, Chile? ¿Hay un cine chileno? ¿Hay cineastas que dialoguen, poéticas en disputa, espectadores críticos, vidas que imiten el arte? Así como el teatro chileno se ha levantado más de una vez sobre escombros (1817, 1990), los ídolos que erigió el cine chileno de la transición (Johnny 100 pesos, Machuca, Tony Manero) perecen tratar con una memoria sui generis o prestar un servicio al país, olvidando de paso la memoria de un cine nacional que no alcanza a tomar forma. Parece que las lecciones de los maestros de los 70 (Littin, Ruíz, Kaulen) se olvidaron en favor de una diáspora cinematográfica que hasta hoy no se ha saldado y que acabó por confundirse con la globalización de las influencias y de la circulación de las películas chilenas.
Raíz (ganadora del premio a la mejor película nacional en el Festival de Valdivia 2012, dirigida por Matías Rojas, producida por Gonzalo Rodríguez, fotografiada por Gabriela Larraín y protagonizada por Mercedes Mujica) participa y no participa del así llamado Nuevo Cine Chileno. (¿La generación de los hermanos menores?) (Con calculada irreverencia, Sebastián Silva sostuvo que los miembros de esta presunta generación no se juntaban a conversar de cine en un café. ¿Hay un Nuevo cine chileno?) No intenta resolver alegóricamente tensiones sociales pero tampoco es el drama íntimo de jóvenes de clase alta hastiados por el vacío de las relaciones humanas contemporáneas. Amalia (Mercedes Mujica) vuelve a Puerto Varas a la muerte de la nana de su familia y comienza un viaje con Cristóbal (Cristóbal Ruíz), el huérfano, en busca de su padre. Quisiera entender Raíz en referencia al enraizamiento del vínculo social sobre el principio fundante del deber (Simone Weil): Amalia no se ocupa de Cristóbal en un empeño asistencialista ni porque busque al hijo que no tiene para darle la madre que él no tiene; más bien es la cara personalísima y anónima a la vez (podría haber sido cualquiera) que solicita el deber del otro. Y es que Raíz es, desde luego, una película comprometidamente humanista. No ingenua: la desintegración de la familia no cede del todo a la sutura del arco de la alianza. (Cristóbal cuelga la sábana en el patio. ¿Vi a Amalia recogerla del otro lado?)
Dos obsesiones de nuestra época, la naturaleza y los niños (cuando histórica e ideológicamente la primera se ha dado por perdida y cuando la niñez se politiza), como en el Poema de Chile, da lugar a un viaje, azaroso por fuerza, pero donde el azar reconstituye (a la inversa del viaje de conquista) un territorio establecido de antemano, arcaico (enraizado): Puerto Varas y sus alrededores. Algo de la originalidad de Raíz es que sus alegorías, en lugar de nacionales, son regionales. Si se toma en oposición a los desiertos de los noventa y los dos mil (pasadas las crónicas policiales de los ochenta y de la transición), abre a la mirada los arabescos de los bosques del sur, pero el viaje en busca del padre de Cristóbal parece ante todo una mitología de Puerto Varas. (Recuerdo la etimología que Amalia hace de ‘Llanquihue’ y su refutación a los descendientes de alemanes que, como su madre, pretenden seguir siendo extranjeros en Chile.) Volcanes, caminos, bosques, lagos: cuando veo Raíz imagino los paisajes de los maestros flamencos, en los que unos pequeños personajes se detienen frente a un valle que pueden penetrar o descubren un hueco y una perspectiva descrita por los árboles en medio de la floresta. Este cuento de hadas que no se cuenta, sino que se ve, hace que no parezca extraña la historia de un árbol en el que se esconde un platillo volador.
La búsqueda del padre (cuyo hallazgo no detiene el viaje) hace hablar a Puerto Varas. La localidad no es el mero espacio de un tránsito prefigurado: habla porque hace hablar a sus habitantes, a la siga del paso del padre perdido. Es por esto que la lectura de los créditos asemeja la de un texto frente al espejo. Si se medita en ello con cuidado, el uso de los nombres verdaderos de los actores no profesionales (y aquí ningún capricho novelesco podría acabar mejor el contorno de rostros y voces), se advierte que no estamos frente al narcisismo (abundante hoy más que nunca en la literatura y el cine llamados ‘del yo’) que pretende satisfacer la curiosidad de un espectador fetichista por conocer a la estrella detrás del personaje, sino, como en la mejor tradición documental, la cámara se posa cerca de donde el ojo cree ver algo irrepetible. A contrapelo de la novela filmada, la acción es disgresiva: no es central, no acapara ni obstruye; multiplica las imágenes que captan un mismo territorio. Amalia se baña en el lago y recuerda su infancia. Prefiero no ver en esta secuencia soluciones, catarsis ni redenciones. Tampoco es Raíz cine-tiempo en el sentido puro u ortodoxo en que suele practicarse: la ficción simboliza y evalúa el instante sin reducir el poder expresivo de imágenes y sonidos. Hay mucho de indeterminado (y de inacabado) en esta película, pero el espectador no queda en pampa. Quizás en lo obvio está lo obtuso, y en el nombre de Raíz, su secreto.
Esteban, J. (2014). Raíz, laFuga, 16. [Fecha de consulta: 2024-12-12] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/raiz/707